Opinión

¡GRACIAS, COMPAÑEROS!

Nietzsche dejó escrito que 'lo que más nos aproxima a una persona es la despedida'. Su afirmación, aunque aparentemente contradictoria, no deja de encerrar una gran verdad: los adioses propician un acercamiento que no suelen propiciar las bienvenidas. Quizá porque uno acostumbra a saber de quién se despide y, sin embargo, suele desconocer a quién recibe.


Esa es una de esas paradojas que, como he podido comprobar recientemente, a menudo nos regala la vida. Y es que, a lo largo de los últimos meses, he tenido ocasión de decir adiós -o, mejor dicho, hasta luego- a no pocos compañeros. A los más, les ha llegado la hora y la oportunidad de jubilarse. A algún otro, la de iniciar una nueva etapa en su brillante andadura profesional. Y, tanto en unos casos como en otros, el momento de la despedida ha sido, como apuntaba Nietzsche, de una especialísima cercanía.


Las despedidas son, sin duda, el pretexto ideal para echar la vista atrás y hacer balance del camino recorrido con los compañeros que se van. Una circunstancia perfecta para testimoniar nuestro agradecimiento y nuestro afecto a los que tanto han trabajado. Y de hacerlo además sin ser sospechosos de esa adulación que ya Cicerón definía como 'meretriz del vicio'. Las despedidas parecen concebidas, en suma, para honrar el auténtico significado de uno de los más hermosos verbos de nuestra lengua: para 'recordar' o, lo que etimológicamente es lo mismo, para 'volver a pasar por el corazón' los tantos y tan buenos momentos que hemos compartido con los que nos dejan. Es entonces cuando uno se alegra de haber podido disfrutar de esos compañeros que siempre tienen una palabra amable, un gesto oportuno, un consejo acertado y, lo que no es menos importante, una sonrisa en los labios. Esos de los que puede decirse con todo merecimiento que han sido buenos compañeros y mejores personas. Frase tópica aunque verdad evidente en estos casos.


Elbert Green Hubbard, sostenía que 'una máquina puede hacer el trabajo de cincuenta hombres corrientes, pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario'. Yo añado: 'Ni sustituirlo'. Bien lo saben esos hombres y mujeres, compañeros en NCG y siempre amigos, a los que hoy dedico esta reflexión y un merecidísimo 'gracias'.

Te puede interesar