Opinión

DOS INSENSATOS Y TRES VALIENTES

La imprudencia, como escribió Apiano de Alejandría, suele preceder casi siempre a la calamidad. Es verdad, y de ahí el casi, que ha habido ocasiones en las que esa sucesión trágica no se ha probado cierta y las imprudencias, por fortuna, no han resultado fatales. Pero también ha habido muchas otras ocasiones en las que la sentencia del historiador antiguo se ha demostrado acertada. Y eso es algo que, muy a nuestro pesar, hemos podido comprobar recientemente.


Baste recordar si no que, hace apenas unas semanas, Francesco Schettino, el negligente capitán del 'Costa Concordia', hundió el buque que gobernaba frente a la isla italiana de Giglio, sembrando el pánico entre millares de pasajeros y provocando una tragedia que ha dejado tras de sí diecisiete muertos, una quincena de desaparecidos y la amenaza de una catástrofe ecológica. Y todo porque Schettino asumió un riesgo innecesario, realizó una maniobra tan vana como peligrosa y comprometió gravemente, y ahí están los hechos para demostrarlo, la integridad y la vida de miles de personas.


Pocos días después supimos de otra imprudencia, esta más cercana, que acabó de forma igualmente luctuosa. Como recordarán, un estudiante eslovaco se adentró en las aguas que bañan la coruñesa playa del Orzán y que acabaron engulléndolo a él y a los tres agentes de la Policía Nacional que intentaron rescatarlo. Así fue como el mar se cobró otras cuatro vidas: por la temeridad de un joven que nunca debió desafiar a un mar embravecido y sombrío.


Con todo, hay algo que diferencia estos dos episodios. Así, en el caso italiano, Schettino, lejos de intentar paliar el mal que él mismo había ocasionado, abandonó literalmente el barco, excusó burdamente su huida y acabó encarnando mejor que nadie al 'cobarde, gallina, capitán de las sardinas' de la cantinela infantil. En cambio, en el caso coruñés, hubo tres policías ejemplares que dieron su vida cumpliendo heroicamente con su deber y tratando de evitar que una imprudencia ajena acabase, como presagiaba Apiano y como lamentablemente ocurrió, en una fatal calamidad.


El mar y dos graves imprudencias nos han mostrado claramente la diferencia entre la valentía y la insensatez y el contraste entre la generosidad de tres valientes y la ridícula estupidez de dos insensatos.

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