Opinión

UN JOVEN HONRADO

Sir Noël Peirce Coward escribió que 'es desconsolador pensar cuánta gente se asombra por la honradez y cuán pocos se escandalizan por el engaño'. Una frase lapidaria que encierra una gran verdad y que traigo a colación por lo acontecido esta semana en Xinzo de Limia, donde un joven parado encontró un sobre con 12.500 euros que devolvió a su dueño. Algo que, quizá por inusual, ha acaparado la atención de los medios y se ha convertido en un recurrente tema de conversación frente al café de media mañana.


La historia, para los que todavía no la conozcan, es la de un treintañero parado que, después de tomarse algo con un amigo en una estación de servicio de la villa antelana, se tropieza literalmente con un sobre que contiene ese importe. Y el joven, honrado como pocos para asombro de los más, procede a entregarlo en el establecimiento, adonde acude raudo el descuidado dueño de la pasta. Y todo termina, ya lo sabrán, con el encuentro entre el empresario que había perdido el dinero y el joven que se lo había devuelto, con una promesa de empleo que aquel le hace a este para la próxima campaña de recolección de la patata y con una de esas noticias que nos invitan a seguir creyendo en el género humano.


Giovanni Papini aseguraba que 'el dinero es el estiércol del diablo'. Con ello quería decir que el vil metal hace aflorar lo peor de nuestra naturaleza y que por dinero y con dinero se cometen las mayores tropelías. Olvidaba Papini que el dinero no es sino un medio y que por dinero y con dinero también se hacen grandes obras: la mayoría de la gente trabaja honradamente para ganar su dinero y, con ese mismo dinero, subviene sus necesidades y las de sus seres queridos. Por tanto, el dinero no es intrínsecamente bueno ni malo, sino que es lo que nosotros hagamos de él.


Víctor, el joven protagonista de esta historia, ha venido a demostrar precisamente eso. Ha dado, como proponía la máxima romana, a cada cual lo que es suyo y, lejos de venderse -no importa si por mucho o si por poco- ha sido fiel a sus principios y ha obrado según su conciencia. Por eso y porque quien siembra recoge, no sé si Víctor acabará consiguiendo el empleo que le han prometido en la recolección de la patata. Pero de lo que estoy seguro es de que saldrá adelante y de que cosechará, como poco, ese asombro que tan a menudo suscita la honradez.

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