Opinión

RAÍCES Y MERCADOS

Hace unas semanas, Jonathan Sacks, rabino jefe de las congregaciones judías unidas de la Commonwealth, pronunció una conferencia en la Universidad Gregoriana de Roma. Allí, este destacado miembro de la Cámara de los Lores británica vertió una serie de reflexiones que nos recuerdan la importancia de las raíces judeocristianas de Europa -las mismas que celebramos estos días- y el riesgo que corremos al pretender ocultarlas.


A este respecto, Lord Sacks hizo especial hincapié en la relación que existe entre el legado de las tradiciones religiosas judía y cristiana y nuestro sistema económico. Hasta tal punto que llegó a afirmar que José fue, con toda probabilidad, el primer economista de la historia porque advirtió la existencia de los ciclos económicos: siete años de vacas gordas y siete años de vacas flacas, ya saben.


Pero, yendo más allá, Lord Sacks no dudó en recordar que China era, ya en el siglo XV, tecnológicamente mucho más avanzada que Occidente. Y ello porque, en aquel entonces, los chinos habían inventado la brújula, la imprenta, la pólvora y las máquinas de tejer e hilar, entre otros ingenios. Pero, a pesar de eso, no asistieron a una Revolución Industrial ni vivieron un crecimiento económico sostenido como el que sí vivimos los europeos. Y el motivo de esa falta de desarrollo fue, según Sacks, la falta de la herencia judeocristiana y de sus valores.


Y es que, como recordaba este rabino, fue la Biblia la que sentó las bases de nuestra economía, incluyendo el fomento de la propiedad privada, la promoción de la libre competencia y la defensa de la bondad del trabajo. Eso sin descuidar la lucha contra la pobreza, concebida como uno de los mayores males, y el respeto a la dignidad de todas las personas, considerada fundamental e inviolable. Aspectos estos últimos que, es verdad, a menudo han caído en un olvido cuyas consecuencias vivimos en nuestros días.


Por todo ello, Lord Sacks, finalizaba su conferencia invitando a Europa a desenterrar sus raíces judeocristianas para poder construir una sociedad más próspera. Y sentenciaba, a modo de conclusión, que 'la humanidad no fue creada para servir a los mercados; los mercados fueron creados para servir a la humanidad'. Sin duda, una gran lección para esta Navidad.

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