Opinión

ZAPATERO Y EL CARDENAL

Este jueves la Universidad Católica de Ávila acogió el esperado debate entre el expresidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, y el que fuera primado de España, el Cardenal Cañizares. Se enfrentaron en un duelo que recordaba, salvando las distancias, al que en su día sostuvieron el entonces cardenal Ratzinger y el filósofo Jürgen Habermas. Y digo salvando las distancias porque, como bien puntualizaba algún tertuliano, ni Cañizares es Benedicto XVI, aun siendo conocido como'el pequeño Ratzinger', ni Zapatero es Habermas.


Pero, a pesar de eso, el debate prometía porque ZP, sin dar la talla intelectual de su adversario, es un auténtico animal político, un encantador de serpientes y, en su tiempo, de votantes. Hubo una época en la que parecía, como el González del 82, el yerno perfecto: habría podido matar a una vieja en directo en el programa de la Campos y nadie le habría reprochado nada. Hasta que llegó la crisis que no quiso ver y, con ella, el ocaso de su carrera política. Y al final, ya lo sabemos, los votantes lo desalojaron de la Moncloa, sus leales lo despidieron de Ferraz y sólo le quedó hacer mutis por el foro hasta que esta semana reapareció, como Lázaro resucitado, en un foro católico.


Es posible que con este gesto Zapatero haya querido desairar a los que se decían suyos. Aunque también puede haya vuelto a la vida pública en una Universidad católica y frente a un cura por eso de congraciarse con los millones de españoles que, con independencia de su filiación política, asisten a la misa dominical y reclaman los últimos sacramentos cuando las cosas se ponen feas. Sea como sea, hay que aplaudirle la osadía de volver a la arena pública en una plaza hostil y frente a un contendiente tan superior. Y todo para hablar del humanismo del siglo XXI y de esos temas que, por lo general, no encuentran cabida ni en la política ni en la prensa del día a día.


Al final, el debate se saldó, era lo esperable, con la victoria del cardenal, que animó a construir una Europa que se mantenga fiel a sus raíces cristianas y que no sea la de los mercaderes. A eso ZP sólo pudo aportar su conocido talante, algunas palabras vacías y su optimismo de siempre. Pero lo importante es que, en los tiempos del monólogo tuitero, haya gente que, aun discrepando, dialogue. Y más si se trata de un rojo y de un purpurado que lo hacen con guante blanco.

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