Opinión

Atentos a la ola de inmigrantes

Podrían los dirigentes del Daesh permitir o alentar la ola masiva de inmigrantes iraquíes y sirios para intentar así desestabilizar la Unión Europea? Podrían. ¿Podría el Daesh tratar de incrustar miembros de su ejército islamista-terrorista entre los refugiados para captar nuevos miembros entre musulmanes de nacionalidad europea, o incluso cometer atentados? Podría.

La ola masiva de inmigrantes que en estos momentos conmociona al mundo y cuya atención –o rechazo- se ha convertido en prioridad para los gobernantes europeos, es también foco de máxima preocupación de quienes trabajan en la lucha contra el terrorismo: temen que efectivamente el autodenominado Estado Islamista, el Daesh, pueda utilizar ese movimiento de millones de personas que huyen del terror, para trasladar a países europeos a militantes de su cruzada supuestamente religiosa. Y es algo que también preocupa a la organización más sólida y profesionalizada en la ayuda a los refugiados, Acnur. No sólo ahora, sino desde su fundación, cuenta con expertos en detectar posibles elementos envenenados entre los refugiados, por ejemplo criminales de guerra que tratan de huir de la justicia. Precisamente el respeto a los refugiados, y la necesidad de que los gobiernos y opinión pública los acojan y atiendan como merecen, es lo que obliga a tomar todas las precauciones para impedir que sean considerados ciudadanos bajo sospecha.

PASAPORTES, SALTOS DE VALLA…

Días atrás el ministro de Interior fue criticado por alertar sobre la posibilidad de que con los refugiados se “cuelen” islamistas. Sin embargo Jorge Fernández tenía motivos para dar un toque de atención: conocía un informe hecho público por la Fundación Quilliam, que analiza fundamentalmente el mundo musulmán y tiene como objetivo denunciar los conatos de radicalización o terrorismo que se puedan producir. Ese informe recogía un documento del Daesh en el que se sugería que los movimientos migratorios podían servir para trasladar a islamistas a países de acogida. Conocía también sin duda el ministro que Siria había alertado sobre el robo de centenares de pasaportes en blanco que podrían ser utilizados legalmente por quienes les tuvieran en su poder, con nombres a conveniencia. Y conocía sin duda que la policía española, hace unos meses, detectó al menos a cuatro posibles islamistas entre la avalancha de inmigrantes subsaharianos que saltaron la valla de Melilla a finales del año 2014. Uno de esos cuatro había formado parte del Ejército Islamista.

Hace ya mucho tiempo que las fuerzas de seguridad española siguen muy de cerca la vida de los inmigrantes que esperan en los CETI la tramitación de la documentación que les permita moverse libremente por España. La siguen muy de cerca antes incluso de que esta ola actual de sirios e iraquíes haya encogido el corazón de los europeos bien nacidos porque detrás de cada rostro hay una historia conmovedora y terrible. Esas fuerzas de seguridad no ofrecen datos concretos, pero los tienen.

Como los tiene Italia, que antes de verano alertó sobre unos presuntos yihadistas que habían entrado por Lampedusa y cuya pista se había perdido. Con toda certeza también la policía griega y sus servicios de seguridad cuentan con algún dato que les obliga a analizar uno a uno el historial de cada inmigrante que llega a sus costas. La casi totalidad de ellos son personas que han dejado todo atrás pasa salvar su vida, que han conocido el horror en estado superlativo, que han sido víctimas primero del Daesh y de las mafias que trasladan a inmigrantes después; pero el Daesh no tiene límites en su maldad e incluso quieren aprovechar su desgracia para intentar su expansión.


LA “TAQIYA”

Las fuerzas de seguridad europeas, precisamente en su lucha contra el terrorismo islamista, han conocido el significado de la palabra “taqiya”, para tenerla en cuenta.

Ese término permite que los musulmanes puedan dejar durante un tiempo sus compromisos religiosos si el cumplimiento pone en riesgo su vida o la de algunos miembros de su familia. Lo que obliga a los cuerpos de seguridad de los Estados democráticos que son objetivo de posibles atentados yihadistas, a mantener un control firme sobre árabes que aparentemente no son religiosos, no acuden a la mezquitas e incluso no respetan el ayuno del Ramadán.

Ese trabajo se amplía también hacia cristianos que se han sentido atraídos por el Daesh, que en miles de páginas de internet diseñadas para captar adeptos a su causa, se presenta como un movimiento que lucha contra el dominio de los países occidentales más poderosos. Países que tratan de imponer su criterio en el resto del mundo, hacen y deshacen gobiernos, no atienden a los más desfavorecidos y persiguen a quienes no comparten su religión, sus leyes y sus normas de vida. Presentan esas páginas al Ejército Islamista como un lugar en el que los jóvenes y adultos pueden convertirse en héroes, justicieros de causas que merecen ser defendidas aún a riesgo de sus vidas. Independientemente del atractivo que supone la aureola de aventura de la vida militar y, para las mujeres, ser supuestas colaboradoras de los hombres que se vuelcan en su actividad militar. Es por tanto comprensible que miles de jóvenes no musulmanes con problemas de comunicación o adaptación social, o incluso sin esos problemas, no duden en encontrar sentido para su vida en el Daesh y abracen el islamismo como medio para sumarse a sus filas. De hecho, entre los “retornados” de Siria e Iraq, en prisión unos y vigilados estrechamente aquellos sobre los que no se han encontrado pruebas fehacientes de ser miembros del ejército islamista, se encuentran jóvenes de familias cristianas que nunca hasta ahora habían dado muestras se sentirse interesados por la religión musulmana.



LA DEVASTACIÓN

Se cumplen estos días 14 años desde el atentado del 11-S, el más brutal de la historia. Coincide con informaciones que apuntan a una aproximación de AlQaeda al Daesh, algo que de producirse sería una iniciativa alarmante no solo por la expansión territorial creciente del grupo sino también porque otros grupos islamistas ya se han sumado a sus filas, entre ellos el nigeriano Boko Haram.

Se cruzan esos datos con la ola inmensa e imparable de los inmigrantes que llegan a Europa. Atenderlos es la prioridad, es lo menos que se puede hacer por esos centenares de miles de familias, millones de familias, que han sufrido de la forma más atroz la conquista de sus países por el Daesh, que han entrado haciendo alarde de la más espantosa brutalidad, con persecuciones implacables, torturas, asesinatos y mutilaciones a quienes no seguían sus consignas.

No se puede permitir que tras escapar del terror se conviertan en ciudadanos bajo sospecha una vez alcanzada Europa.

Pero hay que estar alerta porque algunos de los yihadistas pueden haber conseguido infiltrarse en esas filas interminables de rostros devastados tras conocer la peor cara de la peor crueldad.
 

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