Opinión

Las primarias del PP

Las primarias del PP no son primarias, pero la nueva fórmula para elegir los cargos en el futuro supone que esos cargos deberán contar con el voto mayoritario de unos compromisarios que a su vez deberán contar con el voto mayoritario de los militantes. Dos urnas para que cada militante elija a su presidente provincial y al compromisario que, en el congreso del partido, elige al presidente.

Una fórmula de participación que sin ser unas primarias al uso supone un avance en el método de participación  en un partido que, todo hay que decirlo,  no ha vivido grandes debates internos por cuestionar cómo se ha elegido hasta ahora a sus representantes. Cuestión de cultura de partido, probablemente.

Rajoy tenía garantizada la reelección  como presidente antes incluso de que se presentara la propuesta de nuevos estatutos con las normas para la elección de cargos. Nadie cuestiona  su figura. Ni siquiera se cuestionó cuando no repitió mayoría absoluta en diciembre del 15 y rechazó la propuesta del rey para ser candidato a la investidura. Mal que le pese a sus detractores, el partido está unido, y unido también en torno a su persona, y por lo que se conoce de cómo vive el PP sus problemas internos, que los ha tenido aunque hoy se encuentra  apaciguado,  la elección del presidente del futuro, del sucesor, se planteará cuando Rajoy quiera que se plantee.  En el próximo congreso del PP, en febrero,    tiene el camino libre para salir aclamado con todos los honores y con un respaldo masivo.

La causa de esa segura aclamación no se debe solo a Rajoy, no es que provoque un entusiasmo sin límite en su militancia, aunque sí cuenta con el respeto y el reconocimiento mayoritario. Su fuerza, además de su capacidad de aguante para las adversidades, que es asombrosa, hay que buscarla también  fuera de su casa: cualquier militante del PP sabe que el procedimiento de primarias ha sido mortal, o  casi  mortal, para el PSOE;  en Podemos  ha provocado unas tensiones internas que Iglesias trata de resolver imponiendo su criterio con no muy buenas artes para  desalojar a quienes le hacen sombra, y en Ciudadanos no han dudado a relegar a quienes los militantes habían elegido como candidatos en las listas electorales, cuando la dirección nacional consideró que eran mejores otras opciones.

La prueba  de que las primarias no son la panacea es que hace semanas que los partidos que las  aplican no las defienden ya con tanto entusiasmo como en el pasado, ni se ponen medallas por ser los partidos con mayor democracia interna por imponer las primaras en sus fórmulas de elección de cargos.

En los dos primeros meses del 2017  se celebran los congresos  del PP, Ciudadanos y Podemos. Si el PSOE ha retrasado su congreso es por miedo a que  de una elección con primarias vuelva a salir quien tanto daño ha hecho al partido. 

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