Opinión

La mujer de la mandolina


No importa el idioma en el que hablan tus labios, lo que importa son tus besos. Descubro, si te escucho, como amas, como sueñas. Te vislumbro a través de la cadencia, la onomatopeya, la explosión de tus fonemas. Pero eres real y me cantas con el idioma que guardas, desde niña en el cofre de los recuerdos. Y así, vengas de donde vengas yo te quiero y te quiere mi pueblo.

No importa el idioma en el que hablan tus labios, lo que importa son tus besos. Simplemente me gusta apoyarme en el árbol de la esquina y tomarme, mientras te escucho hablar, una clarita. Metido entre tanta gente soy un pez que nada y nada, abriendo las branquias que me filtran las palabras. Debe ser un “deja vu”. Y te apareces ahora como un recuerdo antiguo. Hablas arrastrando la “r” y haciéndola tan deliciosa como un capirote lleno de confetis. Y me gusta escuchar lo que cantas y cuentas con tu glotis.

No importa el idioma en el que hablan tus labios, lo que importa son tus besos. Los niños chiquitos tampoco saben hablar idiomas, pero nos dicen cosas con los ojos y con las narices llenas de mocos. Tampoco sé aun lo que dice tu mandolina, pero haces revolotear, preciosas y hermosísimas aves exóticas que se posan en los hombros.

No importa el idioma en el que hablan tus labios, lo que importa son tus besos. Aquellos que les das a tus hijos. Esas chicas y chicos que aprenderán nuestro idioma, porque aprenderán de los pájaros que nos despiertan por las mañanas, de los ratones que traen regalos a las chicas y chicos que pierden un diente al morder nuestras manzanas. Nos aprenderán a nosotros mismos y seremos ya, también vuestros, como vuestra es ya la luz del alba que aprendisteis felices en aquellas tierras lejanas.

No importa el idioma en el que hablan tus labios, lo que importa son tus besos. Los que le das tirándolos al aire al hombre que amas y que se quedó allí porque no llegaba el dinero para tantas millas a barlovento. Y mientras besas al viento te acuerdas de lo que te quiso y te quiere y le prometes, al aire, que le esperarás siempre como espera la primavera, agazapada de flores, que el invierno se desnude de su inmaculada capa y las heladas.

No importa el idioma en el que hablan tus labios, lo que importa son tus besos. Los que le dabas con tus labios finos o gordezuelos a los pechos de tu madre, la mujer que caminó siempre a través de las sabanas, a través de la tundra, o a través de la alta montaña. ¡Que viene el lobo! Dijeron. El hambre es un lobo que corroe las entrañas.

No importa el idioma en el que hablan tus labios, lo que importa son tus besos. Los que te preguntas si has de dar a quienes te los piden desde las barcas de goma, o las alambradas. A los hombres y las mujeres que se ocultan tras los niños para que no los mires con recelo. Para que superes la desconfianza, la sospecha, el pavor, ese estremecimiento.

Y seremos todos unos, estrenando admirados lo extraordinario que será vivir en un mundo nuevo de besos, aquel que nos regaló el hombre de la túnica blanca, el que rompió por vez primera todos los complejos. 

No importa el idioma en el que hablan tus labios, los que son dabuti… son tus besos y los que te dará mi pueblo.

 Míralos. Los besos son ya unos peces pequeños.

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