Opinión

LA FUERZA DEMASIADO TRANQUILA DE HOLLANDE

F rancia pasa por un mal momento. En efecto, de un tiempo a esta parte, los franceses no dan pie con bola. Una economía sin aliento, rebrotes de racismo, rechazo a la inmigración, todo va de mal en peor, los campeones del 'bon vivre' creen vivir en el peor de los mundos posibles y este pensamiento pesimista acentúa su famoso humor taciturno, la 'morosité', característica saturnina de nuestros vecinos del norte que, enfadados, no entienden muy bien lo que les pasa. Su poder adquisitivo ha bajado cuatro décimas, les acecha una batería de nuevos impuestos porque las arcas están vacías, el panorama que se avizora no es alentador, pero no tienen más que mirar a su alrededor si quieren tranquilizarse. Francia no ha dejado de ser la segunda potencia de la eurozona. En el fondo lo que les pasa es que, justamente, no se acostumbran a ser segundones respecto a los alemanes pero hace tiempo, que esto sucede por desgracia para su prepotencia...


Bueno, han encontrado un chivo expiatorio que ni pintiparado en quien concentrar su decepción, su propio presidente François Hollande, cuya cuota de popularidad es de 25%, la más baja de todos los tiempos de un jefe de Estado galo en ejercicio, y quizá por ello ceen ver en él, la premonición de la decadencia francesa. Dubitativo e indeciso, representado por los caricaturistas como un ciclista que cae porque quiere avanzar y retroceder a la vez, no es el hombre que necesitaría la compleja situación actual pero ha sido elegido para cinco años y solo lleva uno y medio en el poder. Hay que dar tiempo al tiempo.




CRISIS DE CONFIANZA


Francia no es hoy en día un dechado de virtudes ni mucho menos pero el encarnizamiento de la prensa con su presidente resulta a todas luces fuera de lugar. Los periódicos rivalizan en titulares displicentes respecto a su persona y a su acción política, a la que achacan incluso el declive de Francia, algo que resulta sin duda francamente exagerado. ¿Puede cambiar?, se pregunta en su portada el semanario 'Le Point' (centro) que lo instala en el diván del psicoanálisis ilustrando el artículo con una foto suya al lado de la de un serio y severo Freud. Primera conclusión: mientras el país monta en cólera por su gestión al frente de la nación - incluso sus propios amigos y correligionarios polítucos dudan de su liderazgo-, Hollande aparece a ojos de la opinión francesa como un enigma, sostiene esta revista como si se tratara de la esfinge de Tebas de la Antigüedad. Son éstas consideraciones demasiado abstractas y elevadas, bajando a lo concreto, esafortunadamente, Hollande se halla al frente de un país que afronta un paro de 10,5%, una economía estancada y una sangría de pérdidas de miles de puestos de trabajo cada semana. Esa sí es la cruda realidad, lo que provoca el malestar generalizado que embarga a los franceses y les crea una enorme crisis de confianza en si mismos y en sus instituciones.


Repasemos por su interés los intermitentes rojos que se han encendido y que provocan la alarma general. Son dispares, pero describen bien un sordo y notorio descontento: revueltas en Bretaña, problema gitano, insultos racistas, exageración de un caso de una niña inmigrante ilegal, algaradas estudiantiles, todos ellos tratados torpemente por el gobierno.


En la tranquila Bretaña se produjo un inesperado borbotón social cuando el Gobierno, que trata de conseguir fondos por todos los medios, pretendió cobrar una ecotasa a partir de 2014 por el traslado de mercancías agrícolas por carretera. Las movilizaciones sindicales de los habitualmente serenos bretones dieron al traste con la iniciativa que quedó aplazada 'sine die' pero que dejó una resaca de mal humor tras esta 'jacquerie' (levantamiento campesino) de nuevo cuño. Bretaña, la Galicia francesa, está también situada al noroeste. tiene asimismo un cabo Finisterre, brumas y lluvias, y un carácter e idiosincrasia muy marcados como los de los gallegos. Esta vez resistió y logró unirse frentea la Administración central. Una muestra más del hartazgo fiscal de los franceses.




SE PLIEGA PERO NO SE ROMPE


¿Es hoy Francia un país racista?, se preguntan algunos medios de comunicación. La xenofobia aumentó en efecto un 23 por cien en 2012, año en que se registraron 530 actos racistas según las estadísticas y esta tendencia se mantiene aunque entre los 65,7 millones de franceses sólo haya 2,5 millones de extranjeros, lo que representa un porcentaje del 3,8 del total que debería asimilarse fácilmente. Viven en el Hexágono sólo 17 millones de romaníes pero, según la prensa, que habló de ellos todos los días en el verano pasado, producen rechazo en una parte de la población, revelando una tendencia reprobable en el país faro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El ministro del Interior, el barcelonés Manuel Valls sorprendió a propios y extraños declarando recientemente que los romaníes tienen una cultura distinta y cuesta integrarlos. Las ONG (Organización no gubernamental) pusieron el grito en el cielo pero el ministro socialista goza de una gran popularidad en Francia por la determinación que muestra para tratar estos asunto aunque a veces haga manifestaciones como ésta que rozan la discriminación racista.


Christiane Taubira es una ministra de Justicia ilustrada y culta de clara elocuencia pero por el color de su piel y el hecho de que proceda de la Guayana ha sido calificada de 'guenon' (mona) en Angers por unas chicas opuestas al matrimonio gay que acaba de adoptarse en un acto muy difundido por las redes sociales que revela el racismo latente de la sociedad. Otro nubarrón en el cielo amenazante de la actualidad francesa.


Un caso de inmigración ilegal mal gestionado colma el vaso de las torpezas del gobieno Hollande. Seguramente para dar un escarmiento que sirviera de ejemplo, el ministro Valls autorizó la detención de forma aparatosa como si se tratara de una delincuente de una adolescente italiana de origen kosovar, Leonarda Dibrani, en el mismo autobús en que viajaba delante de sus compañeras. Domiciliada en Doubs (Franco Condado), donde vivía con toda su familia, fue después expulsada de Francia en una peripecia ampliamente seguida por los medios de comunicación que sirvieron de altavoz a su caso. Hubo varios días de manifestaciones de estudiantes en París y en toda Francia condenando la expulsión y al final, el presidente francés tuvo que transigir y acceder a proponer a Leonarda su regreso, cosa que finalmente no se ha producido por dificultades administrativas y familiares. Ahora bien, el presidente Hollande no salió muy bien parado del asunto. Otro resultado dudoso.


Como otros presidentes, su técnica es dejar que los asuntos maduren e incluso se pudran en vez de intervenir de inmediato. 'La fuerza tranquila' fue el eslogan del presidente François Miterrand, la de Hollande en política interior podría ser 'la fuerza demasiado tranquila'. Por el momento, se pliega pero no se rompe.

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