Opinión

Gracias

Su presencia es inevitable en todas las sesiones plenarias del Congreso. Y se acerca más a la tribuna de oradores que muchos diputados que ni tan siquiera la pisan. Es el ujier que con sus manos enguantadas deposita una bandeja con un vaso de agua cerca del interviniente. Cumple su labor con tanto sigilo que para muchos de los líderes políticos su persona es transparente, o realmente no lo ven, porque nadie suele agradecer su gesto. Nadie salvo Pablo Iglesias, el adalid de la gente, que le dio las gracias de forma sonora cuando subió al estrado por primera vez en la sesión de investidura fallida de Mariano Rajoy. Quizá fuera el gesto más novedoso en dos días de intervenciones que han dejado el sabor de lo ya visto y escuchado a lo largo de ocho meses.   

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