El Leicester, un club con más de 120 años de historia, acaba de ganar la Premier League por primera vez. Un club modesto que ha tenido una ayuda extra para conseguir su logro deportivo –y también económico para quienes apostaron que el milagro podía producirse-, que no ha sido ni los preparadores técnicos y físicos, ni los psicólogos, ni tan siquiera las primas por ganar.
La primera particularidad del club es que su dueño no es un magnate árabe o chino, sino un tailandés que hizo venir, y a los jugadores viajar, a ver a un monje budista que colgó del cuello de cada uno un amuleto sagrado que les proporcionara buena suerte. De confirmarse la eficacia de los conjuros budistas todos los grandes clubes del mundo irán a Tailandia o al Tibet a por el suyo.
