Opinión

Todos a sus puestos

Todos a sus puestos" entre exclamaciones, es una frase que forma siempre parte de alguna escena de acción, generalmente de acción militar en cualquier película que se precie. Normalmente la dice con gran convicción, autoridad y energía el oficial al mando del barco, avión, submarino o lo que sea, justo cuando faltan solo unos segundos para que impacte contra ellos el misil, obús, o torpedo correspondiente. El cine y la realidad son así, igualitos.

A mí siempre me ha parecido una frase incomprensible. Yo creía que en esa situación, en medio de una batalla en una guerra, todo el mundo estaba en sus puestos todo el tiempo, pero parece que no. Suena como si los soldados, oficiales y demás personal del destructor o el portaaviones de turno estuvieran comiendo pipas, tomando unas cañas, charlando y viendo tranquilamente la tele hasta que el comandante, almirante o quien toque suelta la frasecita de marras. Entonces, de pronto, al oirla todos se lanzan en todas direcciones como conejos poseídos por una repentina y valiosa revelación, como si unos enviados del cielo les hubieran dicho: ¡muchachos, allí están las zanahorias, a por ellas! Y saltan como balas hacia sus puestos. Después, una vez instalados por fin en ellos se ponen a currar se supone, aunque eso quizá sea demasiado suponer, no sé.

Yo creo que a nuestros dirigentes políticos bien sean del PP, del PSOE o de cualquier otro partido les falta esa frase. No está en su vocabulario, no la conocen, no la han oido nunca y yo al menos no se la he oido decir a ninguno. Por eso sus soldados, o sea la tropa, no hacen más que atiborrarse de palomitas todo el día panza arriba mientras disfrutan de "Cine de Barrio" sin mayores preocupaciones. Una vida cómoda.

Si señalo esto es porque tanto yo en estos artículos, como muchos otros columnistas solemos centrar nuestras críticas en los jefes bien sean Mariano Rajoy (sí o no), Dolores de Cospedal (¡menudo nombre que tiene esta chica, por Dios!), Pedro Sánchez (actualmente ex de todo), Pablo Iglesias (el innombrable, apártate Satanás) o cualquier otro. Pero el problema en realidad, fíjense bien ustedes, no son los jefes sino las bases.

Una base, segun Robert Boyle, el científico, físico y químico inglés (esto lo he consultado en una enciclopedia ya que yo no tengo ni la más remota idea de química) es una sustancia que tiene sabor amargo, conduce la corriente eléctrica, es irritante para la piel, tiene un tacto jabonoso y es soluble. Cinco características que encajan a la perfección con la naturaleza de cualquier cargo intermedio o bajo de la clase política española.

Es decir que sabe mal, te puede dar un calambrazo o estropearte el cutis, es resbaladiza al tacto y para colmo se diluye en agua. Esto último significa, doy por hecho que se entiende, que a la mínima desaparece. Adiós. 
Así que ya ven... al final lo malo son las bases.

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