Opinión

ENTRE LA CONFIANZA Y EL ALIENTO MONETARIO

La bolsa española ha encadenado, durante las últimas jornadas, un máximo anual detrás de otro, hasta alcanzar un nivel que no se veía desde agosto de 2011. Los cerca de 9.275 puntos con que ayer arrancó sesión el ÍBEX-35 deben mucho al impulso de los tres últimos meses. Desde entonces, cuando se registró el mínimo anual, en el entorno de los 7.550 puntos, el más selectivo de nuestros índices se ha revalorizado un 22,8%.


La lectura, siempre positiva, es cuestión de perspectivas. A corto plazo, apunta a una pequeña burbuja alentada por los bancos centrales, que se resisten a retirar los estímulos monetarios en lo relativo a liquidez (artificialmente alta) y tipos de interés (artificialmente bajos). A medio plazo, sin embargo, la visión es otra sin alejarnos del horizonte temporal de lo recorrido del ejercicio. Así, desde enero la cosecha se reduce a poco más del 10%; porcentaje similar a la rentabilidad observada en otros parqués europeos, como el griego, e incluso inferior a los de Fráncfort y París. Como también es inferior a la rentabilidad que acumula Wall Street, cuyo índice más representativo flirtea con máximos no ya anuales, sino históricos. En definitiva, nada que asombre teniendo en cuenta, cuando menos, tres aspectos.


Primero: de igual modo que las grandes caídas suceden tras tendencias fuertemente alcistas, las grandes subidas son herederas de mercados sumidos en el desastre, como hasta hace poco se presentaba el español. Desde esta perspectiva, conviene recordar -segundo- que hace ahora un año el debate en el entorno era otro bien diferente: se hablaba, abiertamente, del fin del euro y del colapso financiero de Europa. Por último, no podemos perder de vista -tercero- la pingüe expectativa de rentabilidad alternativa a la bursátil; por escasa en lo que concierne a depósitos y bonos soberanos, ambos a la baja, o todavía arriesgada en lo relativo a los activos inmobiliarios, que podrían, no obstante, haber tocado fondo en una parte significativa del país. A esto conviene añadir la recuperación de resultados de las cotizadas y el progresivo rescate del dividendo en efectivo tras años de sequía y dividendos en especie. Así como el renovado compromiso de los bancos centrales con la estabilidad financiera. En definitiva, ¿confianza? Sí. ¿Exceso de confianza? No, de momento.

Te puede interesar