Opinión

LAS CUENTAS DEL REINO

Cuentan las crónicas de entonces que a la muerte del cardenal Jules Mazarin (1602-1661), valido de Louis XIV, el Rey Sol (1638-1715), los ingresos del Reino de Francia se gastaban con tres años de anticipación. Y que sólo una de cada tres libras recaudadas llegaba al Tesoro. El resto se perdía en burocracia, corruptelas y enriquecimiento a costa del erario de diversos clanes familiares, entre los que destacaba el del propio Mazarin. Con la irrupción en la intendencia de Finanzas del que, durante una década, fuera su secretario personal, Jean-Baptiste Colbert (1619-1683), tuvo lugar un punto de inflexión en la gestión de las cuentas del Reino. Con una secuencia que recuerda a las promesas electorales de nuestro tiempo, Colbert combatió la corrupción que le había precedido y reformó el sistema tributario, haciéndolo más racional y eficiente; fomentó la elaboración de manufacturas, con tratos fiscales y financieros especiales para determinados sectores y oficios; mejoró las comunicaciones a partir de la construcción de carreteras, canales y puertos; impulsó el comercio, constituyendo compañías de participación real, frenando importaciones e incentivando exportaciones; y puso las bases de la expansión colonial francesa en las Antillas, Canadá y Extremo Oriente. Administrando el presupuesto real para mayor gloria del propio monarca, Colbert consiguió, tras un período de prosperidad, situar a Francia al frente de las potencias europeas.


Las cuentas del Reino de España para 2012 adolecen de la clarividencia de aquel referente del mercantilismo francés en, al menos, dos de sus pilares. Primero, abordan el único objetivo contemplado -la consolidación presupuestaria- sin que se aprecie una estrategia clara de crecimiento; factor sobre el que descansan, en última instancia, aspectos de suma trascendencia como la creación de empleo y la posibilidad de reducir deuda. Y, segundo, abandonan a su suerte la ansiada transformación estructural del país, obligado a asumir sacrificios presentes también en estrategias futuras. Por políticas de gasto, se observan reducciones sensiblemente superiores a la media (16,9%) precisamente allí donde España protagoniza los desequilibrios comparados más notables: fomento de empleo (-21,3%), educación (-21,9%), infraestructuras (-22,1%), investigación, desarrollo e innovación (-25,4%) e industria y energía (-32,3%). Los Presupuestos para 2012 son, en definitiva, los del absolutismo ilustrado que irrumpiría en Europa casi un siglo después del oficio de Colbert: todo por el déficit, pero sin el déficit.

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