Opinión

ENCIERRO ECONÓMICO Y SOCIAL

De acuerdo con los resultados de una encuesta realizada por el ayuntamiento de Pamplona, casi la mitad de los mozos que han corrido los encierros de San Fermín son extranjeros, en su mayor parte anglosajones. Lo que demuestra que el interés foráneo por nuestro país trasciende, en estos días aciagos, lo estrictamente económico: la fiesta española más universal comparte portada internacional con las consecuencias del enésimo, y más radical, programa de ajuste; a priori diseñado para evitar, precisamente, que nos pille el toro.


No vayamos a pensar que el nuestro es un Gobierno desbocado que ha sucumbido a la tentación de protagonizar una huida hacia adelante, equiparable a una de esas estremecedoras carreras que arrancan en la curva de Mercaderes y continúan por Estafeta. Está, por el contrario, guiado por cabestros que, bajo su apariencia dócil y mansa, abren y cierran la manada (comunitaria), e indican el camino al resto de los animales: una secuencia indiscriminada y creciente de ajustes, que ya comienza a resultar extenuante para la carrera de familias y empresas.


Parece claro que esta política no es la mejor receta para alcanzar el coso de la recuperación y el empleo: son numerosos los precedentes, bien próximos en el tiempo, y también en el espacio, que así lo demuestran. Es, por el contrario, una prueba más de la cesión de soberanía; posiblemente obligada por las circunstancias. Y, también, una demostración de que el rescate bancario, todavía pendiente de diseño definitivo, estaba -sí- sujeto a 'condicionalidad macroeconómica'. Es, además, un ejercicio de regresividad social que afecta de manera especialmente intensa, una vez más, a los que más dependen del agente obligado a ajustarse, como es el sector público. Y es, fundamentalmente, el 'peaje' que evita, de momento, el colapso financiero. Pero que prolonga, al mismo tiempo, el colapso económico. Porque cercena todo atisbo de recuperación durante el segundo semestre del ejercicio. Y porque supone, sin garantía alguna de éxito para la finalidad pretendida, toda una cornada a una sociedad que se denomina de consumo. Una cornada que confiere alguien desorientado que arremete más por miedo que por bravura.

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