Opinión

Camino sin billete de vuelta

Está muy bien que el Camino de Santiago se haya hermanado con la ruta de los templos de Japón. Los más de mil nipones que peregrinaron a Compostela el año pasado son turistas que no se pueden dejar escapar porque suelen caminar con la tarjeta de crédito rebosante para gastos. Es plausible que el Camino vaya a batir este año todas las plusmarcas de visitas y eso que no volveremos a pisar Año Santo hasta el 2021.

Para poner un país a andar es tan importante la imaginación como los recursos que se destinan. Aquella idea de negocio tirando de la espiritualidad de Santiago que Víctor Manuel Vázquez Portomeñe esbozó en una servilleta mientras apuraba un buen vino gallego en una tasca compostelana continúa siendo una de las principales iniciativas que sitúan a Galicia en el globo terráqueo. El otro gran atractivo, el imperio Inditex, lo levantó Amancio Ortega sin pedir permiso a las administraciones.

Podríamos sentarnos a brindar a la salud de aquel conselleiro listo del Gobierno de Manuel Fraga porque hay algo que sí funciona y tiene pinta de perdurar en el tiempo, pero la situación real es que los ganaderos avisan de que tendrán que cerrar sus explotaciones lácteas si los que mandan no ponen remedio a una situación asfixiante, con el consiguiente abandono de un rural con una demografía alopécica.

Galicia, en estos momentos, tiene más pasado que presente o futuro. Un informe elaborado por el Consejo de la Juventud de España que fue presentado precisamente en Compostela alerta de que entre 2009 y 2013 unos 15.000 jóvenes gallegos han vuelto a hacer las maletas siguiendo los pasos de sus abuelos para ganarse los garbanzos en otra parte. En diez años, según el cálculo del referido estudio, el coste económico para esta tierra fértil en recursos naturales y escasa de iniciativas empresariales potentes rondará los 5.400 millones de euros. Una pérdida que no deberíamos permitir. Aquí se fabrica talento para que lo disfruten y se beneficien en otros lugares que saben de nuestra reconocida capacidad de trabajo.

Es una Galicia de dos caminos. Uno abarrotado de peregrinos pasajeros y otro rebosante de chavales que sacan el billete de ida sin creer que hay la más mínima oportunidad de regreso. Nada hay peor que el desencanto.

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