Opinión

"Si cierran el instituto, hacemos huelga"

La percepción de la generación que se adentra en la partida de la vida con la óptica de la que se encuentra en una pantalla más avanzada suele conducir al error. El conselleiro de Educación, Román Rodríguez, anunció que los centros de Galicia están preparados para pasar de las clases presenciales a la enseñanza virtual, salvo 26 pendientes de adaptación, en caso de ser necesario, aunque esta medida no está prevista "a día de hoy". El nuevo máximo de contagios en las aulas, con 3.639 positivos en un colectivo compuesto por unas 450.000 personas entre alumnos y docentes, todavía no es alarmante, pero con la actual pandemia de coronavirus no se puede bajar los brazos ni cuando la curva decrece, como ya ha debido aprender el presidente Sánchez tras su euforia veraniega. 

Sobre el papel, la educación virtual tendría que ser jaleada por una generación que comenzó antes a clicar en las aplicaciones de un móvil o de una tableta para mantenerla entretenida que a gatear. Los progenitores con hijos en la adolescencia asisten estos días al fenómeno insólito de que los chavales prefieren ir al instituto a pirarse una clase o quedarse en casa. Da igual el frío que congela el aliento por las ventanas abiertas, según marca el protocolo para disminuir el riesgo de contagio. "Mi hija está cagadita por si le cierran el instituto por un brote. 'Quiero ir a clase, si me la quitan me muero', me dijo hoy antes de marchar". El comentario de una madre mientras esperaba para ser atendida en la panadería fue corroborado por la amiga que se había encontrado en la cola. "Si cierran el instituto, hacemos huelga' me dijo la mía", añadió la colega. "Qué triste es desear con todas tus fuerzas ir a clase para poder socializar con los amigos", zanjó la primera antes de ser despachada. 

Adolescentes y universitarios son señalados como aspersores del virus. La hermana de un compañero del periódico que desde marzo decidió confinarse voluntariamente para ejercer de poli de balcón le envió una fotografía que desmonta otra percepción recurrente. En la puerta de un instituto de Ourense seis chavales charlaban manteniendo la distancia de seguridad que las canas no son capaces de respetar en la cola del supermercado. Pero la culpa es de los jóvenes. También el futuro.

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