Opinión

Contra el feísmo, ayudas en vez de multas

La intención de erradicar el llamado feísmo con la nueva Lei do Solo de Galicia es plausible, pero en vez de hacerlo a golpe de multas contra los propietarios de inmuebles inacabados, serían convenientes campañas de sensibilización y ayudas para no malograr otra oportunidad de transformar un país de una belleza natural sobrecogedora.

El dueño de una casa sin recebar y pintar no acostumbra a tener su vivienda desnuda por estética, sino porque carece de los recursos necesarios para rematar la obra, en muchas ocasiones, de toda una vida. Las administraciones han sido permisivas durante décadas con los desmanes urbanísticos mientras el dinero engordó la caja. De todos. Se han consentido dobles alturas o alturas triples, construcciones en el cauce de ríos o viviendas encima de galpones que recibieron el visto bueno de arquitectos que firmaron proyectos y la aprobación de los supervisores. Identificado el problema, en vez de continuar profundizando en una culpabilidad repartida sería conveniente centrarse en la solución.

El feísmo, aunque a muchos urbanitas les cueste creerlo, estigmatiza. A ningún rapaz le gusta que la casa que su padre levantó con esfuerzo y años de emigración aparezca en los medios de comunicación como ejemplo de mal gusto y pésima construcción. Que el feísmo sea considerado corriente cultural por el hijo y compañero de profesión del genial arquitecto Manuel Gallego Jorreto no es más que una atinada provocación en un oficio en el que muchos se consideran escultores. Las familias adineradas o de buena cuna no acostumbran a incurrir en el feísmo.

En Francia, por no salir muy lejos a buscar un ejemplo, la Administración obliga cada cierto tiempo a restaurar las fachadas de los inmuebles, pero la norma está acompañada de un crédito especial al 0,75% a pagar en tres años para poder acometer el remozado sin pasar demasiadas dificultades económicas. En Galicia también podría copiarse un sistema al que se acogería mucha gente para que todos nos sintiésemos aún más orgullosos de la tierra en la que hemos decidido vivir. Y ya puestos, también se podría activar una campaña de sensibilización para poder presumir de un paisaje armónico.

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