Opinión

El pecado y el púlpito

Que una tipa adorne con una hermosa cornamenta a su contrario es problema de su conciencia y de la capacidad de aguante de la pareja. Que un cura se beneficie a una feligresa o a un feligrés, que de todo hay en la viña del Señor, es un asunto muy feo porque desde el púlpito predica lo contrario. En el pueblo, cuando un mozo decidía dar el paso de casarse, los hombres más veteranos lo llamaban a capítulo para advertirle de que se lo pensase dos veces antes de dar un paso crucial en su vida. "Reflexiona y no cometas los mismos errores que nosotros. Pudiendo quedarte con todas las mujeres de la parroquia te vas a quedar con una. Hazte cura, aún estás a tiempo", comentaban descojonados al incauto, que comenzaba a tener dudas hasta de su existencia.

Las fuerzas de la izquierda predican desde la autoridad que infunde el púlpito, pero cuando se descubre que antes han aliviado tensiones en algún serrallo, a sus posibles votantes les queda una sensación de desencanto que les espanta las ganas de ir a las urnas.

Las irregularidades tributarias de Monedero, número tres de Podemos, propician que la peña se agarre un mosqueo de dimensiones considerables porque al que reclama pureza se le exige cuando menos lo mismo. Mientras Pablo Iglesias malgasta tiempo y fuerzas justificando a Monedero, por calderilla en comparación con otras piratas, las reflexiones de Luis Bárcenas cobran cada vez más fuerza: "Podemos no ganará ni aunque tire yo de la manta". También hay quien sostiene que el uso de Montoro del ministerio puede azuzar a la gente, pero eso ya se verá en las urnas.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez,se ha cargado fulminantemente a Tomás Gómez, líder de los socialistas madrileños, y ha decidido entregar la federación a una gestora. Gómez anuncia guerra para que su honorabilidad no quede manchada, pero entre la militancia se propaga el desencanto a dos meses de las elecciones. Parece que la rosa tiene muchas espinas. Las aspiraciones de IU se tambalean por fuego amigo, como aquí sucedió con el Bloque. Rajoy en Madrid y Feijóo en Galicia no semejan preocupados por las encuestas. Sus electores no cacarean fidelidad, la cumplen y perdonan pecados. 

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