Opinión

La ciudad sin ti

Desde las postrimerías del siglo XI las ciudades europeas han sido el símbolo más real del poder de la burguesía. En la Edad Media, tan denostada por la ignorancia enciclopédica, se pusieron los cimientos de las libertades a las que hemos llegado después de pasar por el despotismo ilustrado y las revoluciones políticas, agrarias e industriales (allí donde tuvieron la fortuna de fraguar), sobre las que crecieron los conceptos de democracia y de derechos humanos.

Las ciudades consiguieron derrocar los privilegios de las castas y las clases llamadas nobles. Lo urbano es la base de la colaboración, el diálogo y los consensos que hacen posible la convivencia interna en ellas y externa en relación con otras ciudades, otras comunidades y todo tipo de organizaciones sociales. La ciudad, por tanto, somos todos sin excepción, mucho más que esa Hacienda de la administración del Estado que nos desangra.

¿A qué viene esta mirada a dos días de las elecciones municipales y autonómicas del próximo domingo? Me llama a pensar en las ciudades inmediatas la atomización partidaria que, previsiblemente, se va a producir en los consistorios como consecuencia de la indignación, del descontento, del oportunismo, de la demagogia, de la corrupción y, sobre todo, de la mediocridad imperante en los partidos políticos de todos los colores ideológicos.

Es probable que el día 24 nos acostemos con la idea de haber puesto al frente de nuestros gobiernos municipales corporaciones más representativas de conflictos partidarios que de la realidad social de nuestras ciudades. Es posible que nos conformemos con la teoría de la representación más universal en pequeñas porciones. Es posible que eso sea bueno y es posible que sea pernicioso. La clave de futuro estará en la capacidad de diálogo de los elegidos y en el espíritu de consenso para hacer de la ciudad un espacio de convivencia o un simple terreno de juego político.

La ciudad en España es, además, el oráculo anunciador del futuro color o colorido político del Estado. Así ha sido desde la transición y es probable que lo siga siendo frente a las elecciones generales del otoño. Por tanto, mañana, tras el cierre de la campaña de hoy, nos toca reflexionar sobre qué ciudad queremos y sobre quién o quienes deseamos ver al frente de ella, al margen de los programas y fuegos de artificio utilizados para llamar la atención.

Hemos decidido, o nos han empujado a ello, que las mayorías absolutas no son válidas. Pasados los próximos cuatro años es probable que volvamos a clamar por gobiernos monocolor agarrados a esa ley electoral que llamaron del péndulo. Ahora toca pensar que la ciudad sin ti no está solitaria, estará ocupada por otros. Tú eres ciudad y tu voto un ladrillo imprescindible, te invito a no quedarte en casa.

Te puede interesar