El bueno de Pedro Valeiras

n n nCuando hace unos días, muy pocos, me enteré de su gravedad, me llevé un gran disgusto y me vinieron a la memoria tantos y tan buenos recuerdos vividos con esa para mí tan querida familia que es la Pereira Lorenzo en la que he tenido el gran honor de presidir todos sus eventos. A mi buen amigo Pedro Valeiras Magán le conozco desde muy niño por su vecindad.
Pedro era un hombre naturalmente bueno, sencillo, humilde y a quien su timidez le alejaba de los primeros puestos. Cuando hace cerca de treinta años conoció a Susi Pereira mi consejo era muy claro. Les dije a los Pereira: se lleva Susi a una gran persona, tenedlo claro. Y el tiempo me dio la razón siendo un gran padre, un ejemplar esposo y un eficaz colaborador en la farmacia.

Siendo yo secretario de la Federación de Baloncesto le conocí en un partido celebrado en una cancha situada en una esquina del campo de O Couto. Pedro era todavía un jugador infantil. Era muy de mañana y las canastas estaban sin colocar, el campo sin pintar y ni había mesa para anotar ni siquiera una silla. Allí estaba Pedro y sus compañeros de equipo con unas camisetas que cabían todos en cada una y cada cual de su color. Pese a todo se volcaron en colocar todo, jugaron después y perdieron clamorosamente. Y al final volvieron a ayudar a colocar las cosas en su lugar. Fue un gran ejemplo tras la derrota. Por cierto, los ganadores que eran de un colegio de élite, hicieron mutis por el foro de inmediato.

Y hace un par de años sus hijos, Pedro y Nuria, me hicieron llorar de emoción cuando, sin saber nada Susi y Pedro, les prepararon las bodas de plata matrimoniales en Baiona, con un cariño, mimo y entusiasmo inigualables. Allí estaba toda la familia en un acto irrepetible recordando la boda que, al igual que las de todos los Pereira, tuve el honor de presidir. Fue de las misas para mí más entrañables que he celebrado en mi vida.

En estos momentos de dolor, la unidad de la familia sin duda arropará a Susi, Pedro y Nuria. Y también al golpe sufrido por una madre, Feli Magán, y su familia, que ven el inesperado y tan rápido fallecimiento de un buen hijo.

Desde mi fe, tengo muy claro que esas cenizas depositadas en el cementerio de Cudeiro, son la simiente de esa vida que nunca se apaga.

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