CARIN, BARQUENSE POPULAR, RESPETADO Y QUERIDO

Queridísimo Carin que estás 'allá arriba', por decirlo con las mismas palabras que tantas veces repetías cuando te referías a otros tantos amigos, jóvenes como tú, que te precedieron en ese tránsito agridulce entre la vida y la muerte. Es injusto, decías, 'ahora que están tan bien, que son tan felices'. Tú también estabas en tu mejor momento: una compañera fantástica ('cada día un detalle'), una familia entrañable, un estatus económico que te permitía legítimos caprichos, viajes soñados, amigos que te vienen llorando desde que se conoció la sentencia del Altísimo.
Hay varios calificativos que te describen cómo eras tú: amigo inquebrantable y leal, servicial porque eras solidario y, además, sabías de todo y todos recurrimos a ti alguna vez. Te rebelabas contra la injusticia, contra los malos tratos, impedías peleas y llevaste más de un golpe por separar a dos amigos que se agredían por un 'quítame de ahí esa paja'. ¿Recuerdas? Eras un hombre de paz. Querías a todos tus vecinos y todos ellos te querían a ti. Eras, quizás, el personaje más popular de O Barco, sin títulos que a veces se otorgan a otros con menor merecimiento. 'A mí lo que me importa es que me quiera la gente', decías. Y ya ves cómo te queremos, que O Barco está en duelo desde que supimos la fatídica noticia de tu enfermedad irreversible. Cuando la enfermedad había hecho mella en tu cuerpo, hubieras preferido que tus amigos no te visitaran, porque querías que todos te recordáramos el Carin de siempre: fuerte, sonriente, afable, cariñoso, lleno de vida. Pero decías a tu esposa que dejaran que pasáramos a verle: vienen porque me quieren. Hace pocos meses me decías: 'Hay que ver cuántos se nos van yendo: Luis 'Narechas', Magín, Poldo y Poldito, Pepe ,Toni, Amancio..., todos de la pandilla, jóvenes, fuertes, sobre todo, buenos'.

Ahora te tocó a ti, como cualquier día nos tocará a nosotros. Y allá nos veremos, en ese lugar tranquilo, exento de maldad, de envidias, jugando a la billarda, al marrachace, a guadias y ladrones o tres navíos en la mar. Los de la calle Oscura con los de San Roque, los de Calabagueiros con los de las Cuevas y con los de la Plaza; formando pandillas bajo el arbitraje infalible del Buen Nazareno, al que amabas y en el que confiabas. Él tampoco puede fallarte. A estas horas ya estarás con Él, pidiéndole que proteja a tu compañera, a tus familiares y, también, a tus amigos que te seguiremos queriendo y nunca te olvidaremos.

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