doña carmina

Cada día, desde los casi cincuenta años que nos dejaste, recordamos a la mujer más buena, caritativa, valiente y sufrida que tuvimos por suerte de tener como madre.
Te recordamos más aún si cabe cada festividad de la Virgen del Carmen, a quién invocabas cada vez que había un problema familiar, una desgracia o, también, en las alegrías, menos que penas que te proporcionábamos tus hijos. El retrato de la mujer fuerte, pequeña en estatura, pero grande para afrontar las emergencias, para consolar al triste, para compartir lo tuyo con los que lo necesitaban más que tú. La mujer que supo perdonar a los autores de las balas de papel timbrado, con firma y sello en tinta que, hasta su muerte, le dirigieron por envidia a su esposo, el funcionario más probo que existió en Valdeorras.

La capacidad de perdonar la demostráisteis, vosotros, nuestros padres, cuando nos pedísteis que perdonáramos a quienes nos habían hecho tanto daño. Así de fuerte, con nombres y apellidos. Y así lo hicimos. Tengo fresco en la memoria cuando nos mandabas a repartir alimentos y también dinero a personas vergonzantes. Todo bien envuelto, para que nadie se enterase. Y con el mayor sigilo, mirando bien para que nadie nos viese. No había un necesitado que no recibiera tu ayuda material. Y, por supuesto, la moral, haciéndoles compañía, cuidándoles.

Madre de seis hijos, vio como se le fueron muriendo cuatro, uno de ellos de forma dramática, ahogado en el Sil ante la pasividad de los amigos que le acompañaban. Ella fué quien consoló a éstos y no al revés, sin soltar una lágrima. Que ya bastantes había vertido a solas.

Aunque han pasado muchos años desde que la muerte te llevó al Cielo, seguro que todos los que te conocieron te recuerdan como la mujer más bondadosa. Nosotros, sus hijos, te recordamos como la mejor de las madres.

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