MARUJA PÉREZ ESTÉVEZ

n n n'Lo que amamos, nunca muere. Por eso el adiós es el principio de una nueva vida'.
El recuerdo de Maruja Pérez Estévez permanecerá por siempre, porque ella supo buscar la Gloria y porque también supo amar. Amó a su profesión, amó a sus amigos, amó a su trabajo y amó la vida.

A sus 87, en su lúcida ancianidad, se apaga una sonrisa, salvo en el recuerdo de quienes la conocieron, trataron e inevitablemente la quisieron. Se hacia querer con su sola presencia, con aquella sonrisa luminosa y que inmediatamente hacia sentir bien al que llegaba a su casa, ya fuese en Albarellos o en Villaza.

No hablaré de su profunda fe religiosa, que por todos era conocida, sino del cariño que tenía por todos sus amigos y alumnos, con su saber estar y la importancia que sabía dar a las cosas verdaderamente importantes. Una persona que quiere y ama de verdad no muere jamás porque permanece viva en todas aquellas que la aman y en todas a las que ayudó, que han sido muchas. A una persona se la conoce por sus obras. Ahí quedan las de Doña Maruja y ahí queda su ejemplo. Sabemos que ahora, la excelente profesora, se halla donde el tiempo ya no cuenta. Sin embargo, y como ella bien sabía, allí donde el tiempo cuenta es importante no perderle y dedicarlo a lo que merece la pena.

Por eso no perdió el tiempo, amó su profesión y amó su trabajo. Pasó por las escuelas de varios pueblos. De Guimarei, Infesta, Villaza y, por último, grupo escolar de Verín donde alcanzó la edad de júbilo. Era fantástico escuchar, sobre todo, sus clases magistrales de geografía e historia, con gran ilusión y entusiasmo, eso sí, con grandes carencias de espacio y recursos. Un mapa de España, un globo esférico y una pizarra, sin internet, sin televisión, ni prensa, ni salidas culturales. Alumnos de todas la edades, enseñanza mixta, todas las materias y a la misma hora; unos cantando la tabla de multiplicar, otros señalando los límites geográficos y otros balbuceando las primeras letras al borde de la mesa de la maestra. Todo un ejemplo de profesionalidad y humanidad.

En el futuro, quizás, se le dedicará un monumento o una calle. De momento, no es necesario: sus alumnos, repartidos por los cinco continentes, son su monumento.

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