Sobre la prostituida historia

A esa ciencia social que genéricamente se conoce con el nombre de Historia, oníricamente me la imagino como a una pervertida y antiquísima dama a la que han obligado a prostituir a lo largo y ancho de los siglos.
Desde los tiempos de Heródoto de Halicarnaso, considerado el padre de la criatura, no han parado de vilipendiarla y de manipularla a conciencia. Los de mi generación de la postguerra civil española lo tenemos muy claro, la historia oficial la mangonearon, como estaba ordenado, los vencedores y, por tanto, la imparcialidad y la verdad, han brillado por su ausencia. Tuvieron que pasar unas cuantas décadas para enterarnos de lo que realmente aconteció en aquellos años oscuros y de cerciorarnos de que no éramos una unidad de destino en lo universal.

En Xinzo de Limia (Ourense), mi villa natal, existe una calle que, hasta el advenimiento de la democracia, se llamaba Luís Usera, pero que antes se había llamado Camino Real; luego, rúa da Paz y, más tarde, de Alcalá Zamora. Mi buen amigo, el historiador Miro M. Cerredelo, me ha recordado que el actual nombre oficial de la calle en cuestión es el de rúa Constitución, aunque todos la conocen como rúa dos Viños (calle de los vinos), que es el nombre que más me gusta. El tal Luís Usera, que citaba anteriormente, fue diputado a Cortes por el distrito de Xinzo de Limia y, miren por dónde, en los años 50, llegó a ser presidente del Real Madrid.

Es decir que, según soplan los vientos, así se cambian y adaptan los nombres de las cosas a la coyuntura política de cada momento, y lo mismo acontece con la historia, una materia que, de pequeño, alguien me enseñó a definir como la sucesiva sucesión de los sucesos sucedidos sucesivamente. Sucede, sin embargo, que ahora mismo estamos en pleno debate soberanista catalán y cada uno arrima el ascua a su sardina, e interpreta la historia como le peta. Igual que sostiene la periodista galaico-catalana, Julia Otero, yo también tengo dos patrias: la gallega y la catalana, y me siento orgulloso de mis dos banderas y de mis dos lenguas (dicen que saber más de un idioma es bueno para el alzheimer). ¡Ay, castellanos de Castilla y alrededores, cuánto os cuesta todavía entender según qué cosas!, cómo diría la gran Rosalía de Castro.

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