Cuando escucho a la alcaldesa de Madrid afirmar que se va a mirar cada euro invertido en la tercera intentona por conseguir los Juegos Olímpicos pienso en los 200 metros inconexos de carril bici inaugurados en Sol antes de las Navidades, y que ya son víctimas de un deterioro brutal, lo que ha obligado a vallar ese palmo rojizo para volver a pintarlo, y no he visto pasar ni una bici por él.
Quizá sea porque es un carril estéril que no lleva a ninguna parte, como la mente de una alcaldesa a la que nadie a elegido en las urnas y que presenta la candidatura de una ciudad arruinada y a la cola de España en movilidad ciudadana no contaminante, que lleva años con un vertedero-boina llamado aire que sufren sus ciudadanos y cuya tragedia del Madrid Arena ha puesto al descubierto un laberinto de chanchullos, carencias de seguridad y clientelismo que apesta; y lo que es peor, costó cinco vidas humanas.
Y toda esta aventura olímpica nos dicen que solamente costará 1.600 millones de euros. Dinero que no tenemos, pero que vamos a pagar los de siempre; como la pintura del carril bici que se borra en veinte días sin que nadie lo haya usado.
Y toda esta aventura olímpica nos dicen que solamente costará 1.600 millones de euros. Dinero que no tenemos, pero que vamos a pagar los de siempre; como la pintura del carril bici que se borra en veinte días sin que nadie lo haya usado.
