Un grupo de 50 ourensanos de entre 53 y 86 años con residencia en Argentina descubre sus raíces

Entre recuerdos y realidades

Los emigrantes, en la foto con el alcalde Antonio Mouriño, visitaron el Monasterio de San Salvador. (Foto: Eva Domínguez)
Oler, sentir y pasear por las calles de su infancia, descubrir aquellos rincones o conocer a familiares de los que tanto han oído hablar a sus padres. Medio centenar de ourensanos afincados en Argentina completan la tarea de descubrir Ourense.
Visitar la antigua casa familiar, muchas de ellas hoy en estado de ruina, rezar junto las tumbas de padres, abuelos, tíos o sobrinos, y saludar, algunos por primera vez, a familiares de quienes apenas habían oído hablar o que ni siquiera conocían, son sólo algunas de las citas obligadas para un grupo de 50 ourensanos afincados en Argentina que estos días visita las villas y pueblos de la provincia.

Organizado por la Casa de Ourense en Buenos Aires, la antigua Agrupación de Hijos y Nietos de Bande, emigrantes y descendientes con edades comprendidas entre los 53 y los 86 años, cumplen su sueño. ‘Uno puede llevar 80 años en Argentina o incluso haber nacido allí, como es el caso de muchos de los emigrantes que hoy visitan Ourense pero, en el fondo, mantienen vivo ese sentimiento de que nunca dejaron de irse’, destaca Alfredo Enríquez Badas, concejal de Bande y presidente de la Casa de Ourense, con sede en la capital de Argentina.

Hay tantas historias como emigrantes que un día tuvieron que dejar su casa, su familia, su pueblo. ‘Nos fuimos solos, mis papás y yo, pero a los dos o tres años de estar allá, vino un hermano de mi papá’, relata Asunción Campos, quien recuerda al igual que sus compañeros de viaje, ‘como nos rodeamos siempre de gallegos’ para hacer más fácil la separación. Barrios enteros donde se comía, cantaba y bailaba con acento gallego.

La casa de todos

Este viaje supone un regreso a las raíces de las que, desde el otro lado del Atlántico, tanto escucharon hablar. ‘Para mí es todo nuevo, aunque ya lo conocía de las palabras que desde niña me contaban mis papás de su tierra’, confesaba Asunción Campos. A su lado, Rosita Fernández comentaba lo cambiada que estaba la villa de San Rosendo. ‘Es una satisfacción muy grande ver prosperar la tierra de uno. La casa de mis tíos hoy no existe, pero en su lugar hay un edificio donde viven decenas de familias’, apuntaba Fernández. Contenta de vivir esta experiencia, contaba como su prima, de 73 años y acompañante en este intenso viaje, ‘ha podido volver a sentir, oler y caminar por las viejas calles de su niñez, que abandonó al cumplir los 14 años. Está emocionadísima’. Una sensación que, en el ecuador de su viaje, Alfredo Enríquez Badas confía en que todos la vivan. ‘No podemos hacer un viaje tan largo y cansado y no cumplir con los deseos de estas 50 personas’.

Tomar un café, charlas, participar en talleres o asistir a clases de gallego son parte de las actividades diarias que ofrece la Casa de Ourense en Buenos Aires. ‘La casa nace porque la gente tiene la necesidad de seguir reunida, con sus costumbres, sus tradiciones y tienen ese dolor eterno en el alma de haber dejado su tierra’, subraya Alfredo Enríquez Badas, director de una entidad que cuenta con 3.000 socios reales.

‘Mi vida está allá’

Un viaje de 22 días en barco del que no recuerda nada, salvo las vivencias que desde pequeña le relataban sus padres, cambió la vida de Asunción Campos. Su infancia transcurrió rodeada de gallegos, en un barrio a casi 10.000 kilómetros de su Bande natal. ‘Mis padres, aunque tenían su morriña, eran muy alegres. Mi papá cantaba y mi mamá nos contaba cuentos de aquí, así que mi infancia y adolescencia fue maravillosa, muy de gallega’.

A sus 59 años, es la primera vez que visita Galicia aunque su acento argentino deja entrever sus profundas raíces de O Vieiro. ‘Lamentablemente mi mamá no pudo volver, mi papá sí y me hubiera gustado venir con él porque aquí estaban mis abuelos, tíos y primos’. Hoy, un regreso sería impensable. ‘Soy abogada y mi vida y mi trabajo están allá’, sentencia Campos.

‘Vengo por el abuelo’

‘Esta es la segunda vez que viajo a Galicia y el que realmente quería hacer’, sentencia Rosita Fernández, de 81 años. Argentina hija de padres oriundos de Paredes (Verea), conserva un sabor agridulce de su primera visita. ‘Celebré los 25 años en Celanova, estaba encantada y les decía a mis padres ‘vendan todo y vénganse para aquí’. Pero ellos dijeron que no, tenían la vida hecha y aquí había que empezar de cero’. Durante su estancia, falleció su abuela y regresó a Argentina llevándose a su abuelo. ‘Y eso es lo que me trajo ahora, él viajó a Argentina, pero no quiso morir allá. Ayer visité su sepultura’. Este segundo viaje esta siendo un sueño. ‘Viajo en compañía de dos primas, las tres somos Rosita Fernández. Y es un sentimiento para el que no alcanzan las palabras’, resume a la vez que confiesa que ‘quiero verlo todo, incluida la Peneda’.

‘Este viaje fue un sueño’

‘Yo no me marché, me llevaron’, bromea Hermelinda Mñiguez, esta bisabuela de 86 años oriunda de Quintela de Leirado que, a los cinco años, partió en un barco rumbo a Argentina. ‘Salímos del puerto de Vigo un 29 de enero de 1928, día de San Pablo, patrón de mi pueblo, y estoy regresando ahora’, relata emocionada en un viaje que le ha permitido conocer a tres primas. ‘Dos de ellas no habían nacido cuando me marché y, aunque no se esperaban mi visita, en cuanto se enteraron de que estaba aquí, me vinieron a ver’. En Argentina ha pasado su vida. Una hija, tres nietos y una biznieta de tres meses hacen de Hermes, una mujer feliz. ‘Este viaje fue un sueño, porque con 86 años que tengo jamás pensé que fuera a volver’. De Ourense, le gustó todo. ‘Cuando regrese a casa los voy a volver locos’.








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