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Piotr Pavlenski, la estrella que convierte la provocación en arte

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photo_camera El polémico Piotr Pavlenski.

Pavlenski, que ha definido sus acciones como arte político, se sirve del dolor autoinfligido como instrumento para denunciar el sistema político ruso

El polémico Piotr Pavlenski, condenado por prender fuego a la entrada de la sede del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antigua KGB); las Pussy Riot o el grupo "Voiná" (Guerra) son algunos de los artistas rusos que han convertido la provocación al borde del delito en una forma de arte contemporáneo.

Pavlenski, que ha definido sus acciones como arte político, se sirve del dolor autoinfligido como instrumento para denunciar el sistema político ruso, encabezado por el jefe del Kremlin, Vladímir Putin.

Hace dos años y medio, el joven artista de 32 años se plantó completamente desnudo en la Plaza Roja de Moscú y tras sentarse en el frío y húmedo suelo, clavó su escroto a los adoquines en una acción que llamó "Fijación".

"El artista desnudo, que se mira sus testículos clavados al adoquinado de la Plaza Roja, es una metáfora de la apatía, de la indiferencia política y del fatalismo de la sociedad contemporánea rusa", explicó luego el significado de su obra.

iuUn año más tarde, también en otoño y también desnudo, se subió a la valla del Instituto Psiquiátrico Serpski de Moscú y se cortó con un cuchillo un trozo del lóbulo de la oreja para denunciar el internamiento psiquiátrico de opositores políticos, una práctica extendida en tiempos de la Unión Soviética para callar a los disidentes.

Al día siguiente, los psiquiatras rusos volvieron a dictaminar que Pavlesnki está cuerdo: para entonces el artista ya había sido examinado tras coserse la boca en apoyo de las Pussy Riot -juzgadas entonces por cantar contra Putin en una iglesia-, y enrollarse en alambre de espino, de nuevo totalmente desnudo, en el centro de San Petersburgo.

El ruso Oleg Mavromatti -destacado componente del llamado "Accionismo de Moscú", movimiento de artistas de la acción protesta que convivieron y crearon en la capital rusa en la década de los noventa del siglo pasado- ya experimentó con el dolor e incluso la muerte años antes de la primera acción de Pavlenski.

En abril del año 2000, con Putin ya en el Kremlin, Mavromatti dejó que sus asistentes clavaran sus manos en una cruz de madera y mostró una inscripción grabada a sangre con una hoja de afeitar en su espalda, que rezaba: "Yo no soy hijo de Dios".

Tras su acción, fue acusado por las autoridades de instigación al odio religioso y huyó a Bulgaria.

Diez años más tarde, cuando el consulado ruso en Sofía le negó prorrogar el pasaporte por estar en busca y captura en Rusia, Mavromatti puso su vida en manos de los internautas al organizar una "Ejecución publica" online en la que la gente decidió si debía vivir o morir.

El excéntrico creador se construyó una especie de silla eléctrica conectada a una computadora capaz de ordenar una descarga directamente a la cabeza si concluido el plazo, los votos a favor de su muerte doblaran a los contrarios.

"Cualquiera que sea el resultado, espero una profunda experiencia mística. La vida demuestra que los juegos con la metafísica son imposibles. Hace diez años pulsé un botón al subirme a la cruz y el eco de aquel acontecimiento me ha alcanzado. Estoy dispuesto a pagarlo con mi propia vida, por muy patético que suene en nuestro cínico mundo", dijo antes de someterse a la voluntad de internet.

Una semana más tarde, se informó de que Mavromatti logró salir con vida del experimento.

En 1974, en un trabajo conocido como Ritmo 0, la serbia Marina Abramovic permitió a la gente hacer con su cuerpo lo que quisieran con ayuda de 72 objetos, que podían ser usados para causar placer, dolor o la muerte.

Muchos de los asistentes a la "performance", que al principio se mostraban tímidos, cortaron la ropa de la artista, le clavaron espinas en el estómago y un hombre apuntó con una pistola a su cabeza.

"Sentí verdadera violencia", recordó años más tarde la serbia, que quiso comprobar hasta dónde llegaría la gente si se les daba el poder de hacer daño sin sufrir las consecuencias.

Pavlenski, que ha reconocido que busca notoriedad mediática con sus acciones y que no teme la cárcel, ha salido en libertad esta semana tras ser condenado a pagar una multa de 500.000 rublos (unos 14.000 euros) y pasar medio año en prisión preventiva.

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