LA REVISTA

La noche de los paparazzi

“Yo era muy joven, rápido y saltaba. Sólo el rey Faruk logró detenerme, quería quitarme la cámara cuando fue pillado con las dos mujeres”, comentaba Tazio Sechiarolli

“Jamás me han golpeado. Algunos colegas recibieron golpes”, comentaba Tazio Sechiarolli (Roma, 1925-1998), en una entrevista. “Yo era muy joven, rápido y saltaba. Sólo el rey Faruk logró detenerme, quería quitarme la cámara cuando fue pillado con las dos mujeres”, añade.

Tazio Sechiarolli es hoy una leyenda de lo que fue la Roma que inspiró a Fellini en “La Dolce Vita”, un escenario real, “no ha habido período más lleno de fantasía”, según diría uno de esos grandes cronistas del siglo XX llamado Gay Talese, de origen italiano. En Roma se respiraba un perfume embriagador, mezcolanza de alchohol, desenfreno y espíritu noctámbulo, un escenario por el que se paseaban los más ilustres actores del momento, camino del set de rodaje o del encuentro con el paraiso de la noche en compañías que no eran siempre de mostrar. Allí estaban ellos, parapetados a pie de obra, con sus Vespas, Lambrettas o Fiat 500, dispuestos a desfilar a la carrera, a desafiar al viento y los posibles golpes que algún ilustre brindaba. No eran muchos, Geppetti, Zavattini, Velio Cioni, Elio Sorci, todos recorrían la Via Venetto cual flamante campo de batalla a la caza de estrellas pilladas “in fraganti”, “Hay que tener grandes reflejos. Hay que estar justo en ese momento y lograr la fotografía”, decía Sechiarolli, y guardar la distancia. Cuando fue pillado por el rey Faruk, éste nunca se esperaría un tremendo salto que pusiera tierra de por medio, “estaba a cinco o seis metros de distancia, siempre estuve atento de conservar esa distancia”, decía.

Una noche de hace 56 años la condesa Olghina di Robilant celebraba su cumpleaños en el restaurante Rugantino, allí, la bailarina turca -Aïche Nanà se aventuró en un célebre “striptease”. Un comisario invitado se asegura de que ninguno de los fotógrafos presentes disponga de las imágenes. Sechiarolli logra que su material pase desapercibido en los bolsillos de otro invitado. La imagen de los pechos de Naná en pleno desenfreno noctábulo fue portada de L'Espresso, “La notte turca di Roma”, celebró en titular. Aunque Fellini no figuraba allí, sí estaba aquella monumental señora llamada Anita Eckberg, que Sechiarolli inmortalizaría descalza bailando en el Rugantino. La película llegaría más tarde.

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