El catedrático Francisco Sosa considera que el proceso de las últimas reformas de los Estatutos de Autonomía ha sido enormemente desafortunado y peligroso.
Francisco Sosa Wagner, que fue miembro de la comisión de expertos que diseñó el modelo autonómico español, analizará hoy en el foro La Región las últimas reformas de los Estatutos de Autonomía.
Francisco Sosa Wagner, que fue miembro de la comisión de expertos que diseñó el modelo autonómico español, analizará hoy en el foro La Región las últimas reformas de los Estatutos de Autonomía.
¿Cuál es su valoración del proceso desarrollado?
La forma de proceder me parece enormemente desafortunada. Se está haciendo de un modo territorializado, una reforma distinta en cada uno de los territorios. Mi tesis es que esto no conduce al federalismo, sino a la confederación, que realmente es un estado transitorio en la historia de los pueblos, en el mundo no existen estados que sean confederaciones. Estamos inventando un federalismo que no existe en ninguna parte y eso es muy peligroso. No nos podemos permitir el lujo de inventar nuevas fórmulas que no se aplican en ningún sitio.
¿Qué se ha hecho mal?
Se ha roto algo clave en los últimos 30 años: que siempre hubo entendimiento entre los partidos políticos nacionales. Pero la última reforma de los Estatutos no se hace con acuerdo previo. Es ahí donde está el peligro de este tema, por el carácter fragmentario que tiene este proceso.
¿Sigue perdiendo peso el Gobierno central?
Evidentemente. El Gobierno central aparentemente puede hacer todo, pero cada vez hace menos cosas, mientras las Comunidades tienen más competencias. Eso conduce a la fragmentación del Estado. Esta parcelación de las políticas públicas es muy peligrosa.
¿A dónde conduce esto?
A ninguna parte, a un terreno desconocido. No se sabe a qué va a quedar reducido el Estado y a dónde llegarán las compe tencias de las Comunidades Autónomas. En la reforma de los Estatutos debería haber existido un diseño previo, una idea de lo que hay que hacer, a dónde queremos llegar. Y eso no se ha hecho.
¿Cómo evalúa el funcionamiento que ha tenido el Estado de las Autonomías?
Precisamente en el momento en que se inició la reforma, ten dría que haberse realizado una reflexión previa de lo que significó el Estatuto de Autonomía en los últimos 25 años, con los puntos positivos y negativos, y analizando distintas áreas: sanidad, educación, urbanismo, medio ambiente... Considero que el Estado de las Autonomías fue razonablemente bien en algunas cosas, pero en otras fue mal. En todo caso, habría que analizar qué se ha hecho y, sobre esa base, a dónde se quiere ir. Ese trabajo de redactar unos nuevos Estatutos exige un acuerdo político y una reflexión, pero en conjunto, no cada uno por su lado.
En su opinión, ¿quiénes se están equivocando?
Tanto el Gobierno que impulsó esto, como el PP que lo ha seguido. No hay que olvidar que la primera reforma que se hizo fue en Valencia, impulsada por el PP, y que ha ido actuando en función de los intereses de cada sitio. De todo esto surge un gran barullo que no encaja con las exigencias de un Estado moderno. Falta, tanto por parte del PP como del PSOE, una reflexión seria. No hay que olvidar que existen partidos nacionalistas con vocación independentista, a los que, según entiendo, los partidos nacionales deberían oponerse.
¿Cómo ve el caso gallego dentro de este contexto?
La reforma fracasó, aunque seguro que se retomará en cualquier momento. Galicia es una Comunidad histórica, con un peso muy relevante y, si no llega a acuerdo, se seguirá aplicando un Estatuto ya superado en otras Comunidades. Y eso no tiene ningún sentido. Conduce a un estado asimétrico que no tiene encaje político en el siglo XXI.
La forma de proceder me parece enormemente desafortunada. Se está haciendo de un modo territorializado, una reforma distinta en cada uno de los territorios. Mi tesis es que esto no conduce al federalismo, sino a la confederación, que realmente es un estado transitorio en la historia de los pueblos, en el mundo no existen estados que sean confederaciones. Estamos inventando un federalismo que no existe en ninguna parte y eso es muy peligroso. No nos podemos permitir el lujo de inventar nuevas fórmulas que no se aplican en ningún sitio.
¿Qué se ha hecho mal?
Se ha roto algo clave en los últimos 30 años: que siempre hubo entendimiento entre los partidos políticos nacionales. Pero la última reforma de los Estatutos no se hace con acuerdo previo. Es ahí donde está el peligro de este tema, por el carácter fragmentario que tiene este proceso.
¿Sigue perdiendo peso el Gobierno central?
Evidentemente. El Gobierno central aparentemente puede hacer todo, pero cada vez hace menos cosas, mientras las Comunidades tienen más competencias. Eso conduce a la fragmentación del Estado. Esta parcelación de las políticas públicas es muy peligrosa.
¿A dónde conduce esto?
A ninguna parte, a un terreno desconocido. No se sabe a qué va a quedar reducido el Estado y a dónde llegarán las compe tencias de las Comunidades Autónomas. En la reforma de los Estatutos debería haber existido un diseño previo, una idea de lo que hay que hacer, a dónde queremos llegar. Y eso no se ha hecho.
¿Cómo evalúa el funcionamiento que ha tenido el Estado de las Autonomías?
Precisamente en el momento en que se inició la reforma, ten dría que haberse realizado una reflexión previa de lo que significó el Estatuto de Autonomía en los últimos 25 años, con los puntos positivos y negativos, y analizando distintas áreas: sanidad, educación, urbanismo, medio ambiente... Considero que el Estado de las Autonomías fue razonablemente bien en algunas cosas, pero en otras fue mal. En todo caso, habría que analizar qué se ha hecho y, sobre esa base, a dónde se quiere ir. Ese trabajo de redactar unos nuevos Estatutos exige un acuerdo político y una reflexión, pero en conjunto, no cada uno por su lado.
En su opinión, ¿quiénes se están equivocando?
Tanto el Gobierno que impulsó esto, como el PP que lo ha seguido. No hay que olvidar que la primera reforma que se hizo fue en Valencia, impulsada por el PP, y que ha ido actuando en función de los intereses de cada sitio. De todo esto surge un gran barullo que no encaja con las exigencias de un Estado moderno. Falta, tanto por parte del PP como del PSOE, una reflexión seria. No hay que olvidar que existen partidos nacionalistas con vocación independentista, a los que, según entiendo, los partidos nacionales deberían oponerse.
¿Cómo ve el caso gallego dentro de este contexto?
La reforma fracasó, aunque seguro que se retomará en cualquier momento. Galicia es una Comunidad histórica, con un peso muy relevante y, si no llega a acuerdo, se seguirá aplicando un Estatuto ya superado en otras Comunidades. Y eso no tiene ningún sentido. Conduce a un estado asimétrico que no tiene encaje político en el siglo XXI.
