Aquel ourense

La manifestación

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La de “la Autonomía”. Se escribió entonces que era la primera en Ourense, que no se recordaba otra desde hacía muchísimos años. Digo yo que no debían ser tantos años, pues recuerdo aquella otra (sería sobre finales de los años cuarenta) que debieron organizar los del Movimiento o los de la Falange. Había salido desde San Lázaro y finalizara en la Plaza Mayor. Los uniformados falangistas que iban desfilando cantaban: “Gibraltar, Gibraltar, avanzada de nuestra nación. Gibraltar, Gibraltar, punta amada de todo español. A mi Patria le robaron…”. No recuerdo más. Era la manifestación en que se reclamaba el Peñón de Gibraltar a los ingleses, y el grito de la ciudadanía, del pueblo, de los que no desfilaban, era el de: “Gibraltar español”.


En la reciente, la de la Autonomía, habían iniciado la organización los partidos de izquierdas, y ya tenían recaudadas unas ochenta mil pesetas, dinero que al final no se gastó y que luego se acordó fuese enviado como ayuda a los obreros que estaban de huelga en Vigo. Más tarde fuimos convocados todos los partidos políticos. Hubo varias reuniones y se acordara el recorrido. La salida sería desde Los Remedios, Progreso, Cruz Roja, Paseo y finalizaría en San Lázaro delante del Gobierno Civil; allí, después de la lectura del manifiesto, cantaríamos el Himno Gallego, que se iniciaría por los altavoces del reloj instalado en la terraza del edificio Torre, y estaría tecleando la sonería el organista, Don Gerardo Salgado (+). Próximo el día de la salida a la calle, en la organización se recibe comunicación de la “autoridad competente”, anunciando que “se tenía que variar el recorrido ya que no pueden pasar manifestaciones delante de edificios oficiales”, y claro, en el recorrido coincidían el de la Diputación en la calle del Progreso y, en la calle del Paseo, los de gobiernos Militar y Civil, por lo que se hizo el desvío: desde Los Remedios, Progreso, subimos por Capitán Eloy, calle del Paseo, Cruz Roja, Progreso y finalizando en la Alameda. El canto del Himno Gallego se acordó fuese en la Alameda al finalizar el acto y también cuando la cabecera de la manifestación llegase a la altura de la calle de Capitán Eloy con el Paseo. Aquí no fue posible, era tal el griterío y el entusiasmo de los manifestantes que no era posible escuchar el sonido de los altavoces instalados en el edificio Torre.


 En una de las reuniones, cuando se estaba planteando el tema del servicio de orden y el número de las personas que debería enviar cada partido político, nos interpela un joven estudiante universitario, que dijo representaba al POGA (Partido Obrero Galego); decía que tenía mucha experiencia adquirida en Santiago y debieran ser ocho personas por partido. Insistió mucho pero, finalmente, el acuerdo de la mayoría fue que eran más que suficientes cuatro, y llegado el día, aquel joven estudiante universitario que, por cierto, escribe habitualmente en este diario, compareció él sólo.
Como es preceptivo, no se autorizan banderas y sólo figuraría la pancarta de cabecera de la manifestación, que abriría la marcha, portada por un representante de cada partido. El nuestro era una mujer: Marité Fernández de Rivera.


 Se habían acordado tres “consignas” de las que ahora solo recuerdo do: una era “uneté” y, la otra, “autonomía, agora, sin máis demora”.
 Bueno pues, antes de la salida, ya tuvimos el primer altercado, aparecen unas banderas republicanas con unos mástiles muy largos portadas por unos jóvenes que dijeron les habían pagado por llevarlas y, al no querer retirarse, tuvimos que pelear, romper los mástiles y lograr que se fueran. Esta tarea nos tocó a nosotros, Nicanor Blanco (+), Pedro Giménez, Eladino Ojea y yo mismo. Iniciada la marcha, y cuando la pancarta estaba a la altura de Almacenes Reverter, se escucha un griterío y una consigna coreada por los que venía detrás, la que no estaba acordada pero, por su repercusión, originalidad y eficacia, se fue repitiendo en todo el recorrido. Creo que la espontaneidad de la tal consigna es original de “Chuti el del Pingallo”, que su figura destacaba en medio de la que ya era una multitud, por su estatura, y que iba acompañado de muchos compañeros, todos ellos de la Coral De Ruada. La cosa era: “Mirós, mirós, baixade dos balcós”. Cuando se repetía, una y otra vez efectivamente, los balcones se quedaban vacíos y la gente se retiraba y bajaba para unirse a los manifestantes.


Otro incidente ocurrió cuando la cabecera de la manifestación estábamos a la altura de “La Coruñesa” y nos quedamos solos, pues todo el mundo había retrocedido a la altura de la casa de los “Almacenes Celestino” a contemplar el hecho, ampliamente publicado y muy comentado, del juez Don Luis María Villarino, que se decía que había sacado una pistola increpando a la multitud. Restablecido el orden, continuamos la marcha.


Nuevo incidente, éste en la Alameda: estábamos situados ante el palco de la música y ya había comenzado la lectura de la Proclama cuando reclaman nuestra presencia, en la Alameda de Arriba. Habían vuelto los de las banderas republicanas, hubo una tarascada y resultó golpeado en la frente un joven médico que fue curado allí mismo con el botiquín que trajeron de la Sociedad Recreativa o del Orfeón. No hubo más incidentes. Finaliza el acto. Se aplaudió mucho, se cantó el Himno Gallego y la Autonomía se consiguió.

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