Visiones marinas

De manera casi compulsiva me he acercado unos días al mar. Siempre me ha fascinado. Su inmensidad, sus tonalidades que actúan a modo de perfecto reloj y nos dicen, sin engaño alguno, la hora del amanecer y nos deleitan con colores indescriptibles el ocaso del sol.
En más de una ocasión me he sentado delante de esta inmensidad; pero miren por dónde, mi fascinación se ha visto alborotada con cada ola. La que no me traía la cara de ‘El Bigotes’, me sorprendía con el rostro de María Dolores de Cospedal (‘nos están espiando’), que para que no se sintiera sola a muy poca distancia, brotaba la de Elena Valenciano (‘que lo demuestren’) y allí, un poquito más detrás, la silueta de María Teresa Fernández de la Vega, ya de regreso de su viaje americano.

Pensé que se trataba de puro vicio por mi parte, de visiones marinas producto del stress de todo el año. Pero, no. Repetí el ejercicio de la contemplación y allí que me vi con militantes del PP esposados y con Federico Trillo que tiene a buen recaudo alguna que otra cinta con supuestas escuchas telefónicas. Lo que creí que era una ola desmesurada, resultó ser una sucesión de explosiones en Mallorca, territorio blindado por la Policía, y por el que, como cuestión de Estado, los príncipes y sus guapísimas hijas salen a pasear para que no cunda el pánico.

En éstas, una persona situada muy cerca de mí, estornuda y me acordé de la gripe A, que promete ocupar páginas y páginas de los periódicos. El estornudo en cuestión fue una mera reacción al sol, pero nunca se sabe. Quise creer que mi cupo de visiones marinas se había agotado, pero ¡qué va¡ Me faltaba Díaz Ferrán, que pregonaba a favor de las reformas ‘imprescindibles’, mientras el ministro de Trabajo le decía que ‘no te empeñes, que por ahí no vamos a ir’.

Sin duda, donde las olas rugen es por el norte y sobre todo en Galicia y en estas apareció Mariano Rajoy, vestido de Rajoy, que ni en verano se concede licencia alguna. Lo suyo, lo de Rajoy, no es Marbella, sino Pontevedra y desde allí emergió para dirigirse a ultramar y decirle al oído a Zapatero que a la vuelta del verano le espera. Allí, a lo lejos, muy en lontananza creo ver al Presidente, del que todos -sobre todo los suyos esperan un golpe de magia para afrontar el otoño, que como todos los otoños conocidos será caliente.

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