La fe no entiende de fronteras

Con permiso de Santa María A Real, A Peneda es el santuario mariano de referencia al que tradicionalmente acuden cada mes de septiembre en peregrinación decenas entrimeños. Ubicado a 690 metros de altura y cobijado sobre una imponente pared de piedra natural que culmina en una laguna, el templo celebra en 2020 800 años de culto mariano. Una cifra de vértigo que, además de la construcción de la "Porta Jubilar" para rememorar el aniversario, ha motivado al Papa Francisco la concesión de la indulgencia plenaria a todos los fieles que acudan en peregrinación al santuario ubicado en Arcos de Valdevez entre el entre el 5 de agosto y el 8 de septiembre. "No sabía del aniversario. Es una fecha especial, lástima que este año por el covid no hayamos podido organizar la prueba", comentaba el alcalde de Entrimo, Ramón Alonso, quien evocaba las peregrinaciones casi obligatorias que se hacían en tiempos de sus abuelos y bisabuelos. "En las generaciones anteriores era un sentimiento muy fuerte, era una obligación y pasaban allí varios días", recuerda. Da buena fe de ello Lunier Pereira Rodríguez quien, antes de emigrar a Francia, recorría a pie los casi 20 kilómetros que separan su casa en Lantemil del santuario portugués. "Partíamos de madrugada y nos iban saliendo al camino los vecinos de los demás pueblos hasta Olelas. Allí bajábamos hasta la 'yunta das aguas', donde se juntan los dos ríos y que ahora dicen que hay un puente muy bonito, pero de aquellas no. Menos mal que era septiembre y se pasaba bien", relata este hombre nacido en 1942 que recuerda como echaban dos noches allí, durmiendo en los "cuarteles" y disfrutando de las concertinas y los "photocall" del siglo pasado "metías la cabeza y te retrataban de pistolero", recuerda entre risas sobre un tiempo "en que uno era joven y lo pasaba dabuten". Puerta al cielo A Peneda es mucho más que religión. Es cultura, paisaje y tradición. Buena prueba de ello son las "camiñadas" que, durante todo el año y en ocasiones sin pisar siquiera el santuario, realizan los entrimeños. Un camino apenas señalizado, salvo en el tramo que coincide con el Camiño Miñoto-Ribeiro, pero que se saben de cabeza por haberlo recorrido desde la infancia con padres, tíos o abuelos y, en la juventud, en pandilla con los amigos. "Hace tiempo que no voy pero, si te descuidas y das un autobús delante, casi lleva tanto tiempo llegar a pie como en coche", recordaba Lunier, destacando la belleza del paisaje transfronterizo. La leyenda dice que, un 5 de agosto de 1220 "Nossa Senhora" -como se refieren los portugueses-, se apareció a una pastorcilla para pedirle la construcción de una ermita. Desde entonces, este enclave a las puertas del cielo en el único parque nacional portugués, el Peneda-Gerês, se fue consolidando como lugar de culto. Y aquella pequeña ermita fue evolucionando hasta el templo principal actual, datado en el siglo XIX y precedido por la espectacular escalinata que tantos devotos han teñido de rojo por la sangre de sus rodillas. "Esas imaxes me impactaron moitísimo, como a de un defunto que prometeu ir en cadaleito e alí morreu", relata otra entrimeña, Aida Pereira, quien recuerda haber participado en las peregrinaciones desde niña "cargando as mantas e a comida dende casa", para disfrutar allí con los vecinos y amigos que igual no veían desde el año anterior. "É un lugar de encontro, de festa e tamén de devoción. Os sacrificios que vías alí eran moi duros. Hoxe non se ven tantos, pero pedirémoslle á virxe que pase pronto esta pandemia", deseaba.