Adelgazar al Estado

En tiempos de crisis suele volverse sobre la necesidad de adelgazador el Estado. El estado creció como una necesidad para sustraer la justicia social, a las arbitrariedades del feudalismo. El Estado se ha especializado en diversas tareas según el modelo de desarrollo de la sociedad. Se presenta como “papá Estado” o por el contrario como un vacío en el que crecen todas las miasmas especulativas.
A la vista de los cambios políticos de las últimas décadas, es un error seguir sosteniendo que la acción política pasa sólo por la idea de una historia de opresión y futura emancipación en términos del género humano a través del Estado. Si el adelgazamiento del Estado supone reducción de burocracia debemos alegrarnos; un acercamiento de la administración al ciudadano siempre es deseable. . Sin embargo la “ausencia” de Estado puede dejar al ciudadano desguarnecido frente a los tiburones de diverso ropaje. Proliferan las organizaciones no gubernamentales con ánimo de llenar huecos no cubiertos por los Estados. Se trata de admitir el adelgazamiento como un hecho necesario
La crisis financiera desencadenada hace casi tres años desveló importantes anomalías y nos mostró un Estado víctima del sistema financiero. Todos participamos de sus redes de financiación. Se convino en que no se trataba de aumentar el número de “regulaciones”, sino de imponer normas más acordes con la complejidad operativa de los mercados. Pero hasta ahora todas las esperanzas se han marchitado. ¿Tendremos que volver a pagar los ciudadanos los “errores” bancarios?. La prolongación de la interinidad abierta hace ya demasiado tiempo se va a convertir en un factor de agravamiento de la crisis y de la erosión del respeto a instituciones económicas básicas en nuestro sistema. Liderar la regulación financiera sin hipotecar los intereses de la mayoría de los ciudadanos es una obligación esencial de las autoridades económicas españolas. El vendido Estado “delgado” nos lo han sustituido por una sociedad bancarizada y sin salir de la bunkerización. La falta de regulación disfrutada por el capital ha permitido que los pobres sean más pobres sin una asistencia eficaz del Estado. Las presiones actuales no deben conducirnos a cerrarnos en nosotros mismos y esperar a que escampe. No debemos renunciar a un estado fuerte que garantice la asistencia a la personas.

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