El 28 de junio se cumplió el tercer centenario del nacimiento de Jean-Jacques Rousseau, mentor del republicanismo moderno e influyente en la tradición revolucionaria de los últimos siglos.
Filósofo de la Ilustración, destacó en numerosos campos menos conocidos de la reflexión moral, fue músico y botánico y escribió sobre las raíces de la religión. Importante teórico en el ámbito pedagógico, propuso una enseñanza fundada en las caracteristicas de los alumnos. Sus tratados de pedagogía, el Emilio y La nueva Eloísa, aplican la idea fundamental de su sistema filosófico, el ser humano es naturalmente bueno y se pervierte en el medio social. Idealizando su patria natal, Ginebra, la propone como el modelo de sociedad, proyectándola sobre los lugares clásicos de la filosofía política de Platón y Aristóteles. El Contrato Social propone la democracia participativa como forma más adecuada de organización política. Cada ciudadano participa en la elaboración de las leyes, de tal modo que al obedecer la ley no se obedece más que a sí mismo; la ley es el resultado del compromiso para vivir en común, fruto del diálogo en la asamblea. Con esa propuesta inspiró el sector más radical de la revolución francesa, el partido jacobino. Una parte de su teoría contiene un concepto de libertad instintiva que no es compatible con la naturaleza social. Rousseau dejó muy claro que la libertad humana es la libertad civil y consiste en la asunción de los deberes morales. Así que la libertad instintiva parece contradictoria; pero le sirve para exponer una contradicción psicológica, que es fundamental en el ser humano entre el egoísmo y la solidaridad. Esta contradicción no le resta a la obra de Rousseau el mérito de ser un clásico, reconocido por el pensamiento político moderno, bien para venerarle, bien para denostarle.
