El concepto de autoestima es, actualmente, demasiado pragmático, ya que se la quiere hacer depender de los logros o éxitos alcanzados. Así, la autoestima está hoy agigantada, y ésta magnificación no hace justicia a la naturaleza de la persona, ya que la autoestima se encuentra y se recupera cuando se rectifica el error que causó su pérdida o cuando se educan los sentimientos erróneos, porque corresponde a la razón establecer el fin y los medios necesarios para alcanzar la meta que da sentido a la vida personal. Porque la autoestima tiene que estar fundamentada en la verdad, de otra forma haría mucho daño.
Algunos sistemas educativos causan a los alumnos más dificultades que beneficios, precisamente por estimular la autoestima sin fundamento alguno en la realidad. No se deben alabar características inexistentes ni resultados académicos que no se obtienen, o sea, no basta afirmar que un alumno es muy inteligente y simpático y que todo lo hace bien, para que aumente su autoestima, si nada de eso es cierto. Porque antes o después tendrá que conducir su vida, y las alabanzas irreales contribuirán a aumentar su frustración y su agresividad. Una persona así deformada no tendrá la capacidad para tolerar la verdad, porque no dispondrá del entrenamiento para enfrentarse a la realidad, entrenamiento al que, por otra parte, tenía derecho.
