A DON BENIGNO

Consternados por la tribulación que sin duda le aflige en estos momentos de prueba, quiero expresarle en mi nombre y en el de mis padres y familia, nuestro agradecimiento y afecto a su persona, sumándonos sin reserva al aplauso multitudinario que aparece reseñado literaria y fotográficamente en la primera página de este periódico del viernes 15 de julio último, conformado textualmente por 'personas llegadas de toda la provincia y representantes de significados colectivos sociales que abarrotaron ayer la Avenida de Pontevedra de la ciudad...'.
Nos unimos y solidarizamos con esta masiva manifestación a favor de su ejemplar e intachable trayectoria cristiana y humana, plasmada en una ingente y admirable labor social, que sin duda alguna han de prevalecer sobre cualesquiera otros errores humanos que con mejor o peor intención puedan imputársele.

No puedo entrar a valorar esta admirable labor, insisto encomiable desde cualquier perspectiva, y menos aún la situación jurídica en la que lamentablemente se encuentra, por cuanto resido fuera de Galicia y en consecuencia alejado del día a día de la región. Sin embargo quiero dejar constancia de mi testimonio, toda vez que tuve ocasión de conocerle en una situación también aflictiva para usted, cual fue el sepelio de su señora madre (q.e.p.d.) al que asistí con mi padre, que actualmente tiene 97 años recién cumplidos, y que se encuentra muy afectado por estos desgraciados hechos, ya que tiene para su persona profundos sentimientos de afecto y reconocimiento, al igual que todos nosotros, que por mi parte le reitero desde la fe cristiana que nos une, la cual ha de proporcionarle el consuelo y la fuerza necesarios para superar la amargura de su situación, que todos sentimos y lamentamos de verdad.

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