LA 'EXONERACIÓN' DEL PUEBLO JUDÍO ES YA DEL VATICANO II

El 28 de octubre de 1965, en sesión plenaria, el Concilio Vaticano II, con carácter vinculante y a perpetuidad, con 2.310 votos favorables, aprobó el decreto 'Nostra aetate' sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas.
En el número 4, sobre la religión judía, en el párrafo sexto, declara: 'Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo (cf. Io 19,6), sin embargo, lo que en su pasión se hizo no puede ser imputado, ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy (...). No se ha de señalar a los judíos como réprobos y malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras'.

En el párrafo séptimo: 'Además, la Iglesia que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos e impulsada, no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos'.

Algunas notas de prensa hacen pensar en un olvido o ignorancia (que en algunos casos, que aquí y de momento no señalamos, puede ser culpable) del gran Concilio Vaticano II, del que Pablo VI dijo que 'ha sido el más grande por el número de padres (conciliares) venidos a Roma de todas las partes del globo (...), el más rico por los temas que durante cuatro sesiones (años) han sido tratados cuidadosa y profundamente', y 'el más oportuno, porque, teniendo presentes las necesidades de la época actual, se enfrentó sobre todo con las necesidades pastorales'. También señala que se esforzó por acercarse a toda la familia humana. (Cf. el 'breve' 'In Spiritu Sancto').

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