el fin es mi principio (a silvia)

Apuntó Terzani que 'viajar fue una manera de vivir. Luego tomé la enfermedad como otro viaje, involuntario, imprevisto, para el que no tenía mapas ni preparación, pero era el de más compromiso, el más intenso'. Ese camino, intenso y comprometido, finalizó el lunes para Silvia, después de perder la batalla contra la adversidad entablada cuatro años y medio atrás. Fue una pelea desigual, por más que hubo momentos en los que pareció que había posibilidades de victoria. Tal vez era sólo el deseo de ella y los suyos de que fuese así.
Pero no. Como Terzani ('el fin es mi principio'), Silvia está en el principio del rincón del recuerdo de quienes la quisieron y hoy lloran su alejamiento, aunque sientan su latido más cerca que nunca. Pasan, mezclados, los fotogramas de una vida corta, con la infancia feliz de una niña brillante en clase -la más-, entusiasta en la cancha -fue una de las afortunadas que se empapó del impagable magisterio deportivo y vital de Carlos Gómez en el colegio de Seixalbo-, alegre y con futuro académico prometedor que se cerró ahora en el instituto Ferro Couselo.

Su simpatía y su impronta se hicieron patentes después de que la enfermedad la hubiese embestido ferozmente y llevado a Barcelona, cuando todos los compañeros seguían atentos su evolución. Le enviaron flores y un mural haciendo votos por la recuperación. Pusieron todo el empeño, como la causa merecía. No pudo ser.

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