La fuerza de la palabra

El emotivo discurso de Caballero Bonald en la ceremonia de entrega del mayor galardón de las letras hispánicas, el premio Cervantes, llevaba impreso en sus palabras una belleza sublime. En este tiempo de zozobra -asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos, en un mundo como este de tan deficitaria probidad- proclamar a la poesía como una forma de defensa contra las ofensas de la vida, la firme creencia de su capacidad paliativa, en su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que pueda depararnos la historia, es un canto a la más exquisita de las sensibilidades.
Frente a este mundo que padecemos, nos propone el poeta reivindicar los nobles aparejos de la inteligencia, los métodos humanísticos de la razón, nos recuerda que los enemigos históricos de la libertad han recurrido desde siempre a una suprema barbarie: la hoguera, en donde quemaban herejes o quemaban libros. Esta última, la quema de libros, la califica como metáfora de la esclavitud, por cuanto quien no almacenaba conocimientos era apto para la sumisión.

Nos aconseja el poeta defendernos siempre con la palabra de aquellos que pretendan arrebatarla. Esgrimiendo sin desapego esa misma palabra contra los desahucios de la razón. -Leer un libro, escuchar una sinfonía, contemplar un cuadro, son vehículos simples y fecundos para la salvaguardia de todo lo que impide nuestro acceso a la libertad y la felicidad. Tal vez se logre así que el pensamiento crítico prevalezca sobre todo lo que tiende a neutralizarlo. De ese modo posiblemente una sociedad decepcionada, perpleja, zaherida por una renuente crisis de valores, tienda así a convertirse en una sociedad ennoblecida por su propio esfuerzo regenerador-.

Aunque con la debida temeridad, Caballero Bonald quiere creer que los utensilios de la poesía son capaces de contribuir a un edificio social menoscabado, de ahí su cita de Aristóteles. La historia cuenta lo que sucedió y la poesía lo que debía suceder como correctora de las erratas de la historia que nos inmuniza contra la decepción.

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