La impunidad de los ladrones de guante blanco

Pasan los días, las semanas, los meses e, incluso, los años y todo sigue igual, inamovible.
A un desgraciado cualquiera, o sea, a un delincuente habitual que roba porque no sabe hacer otra cosa, o bien porque no encuentra salida en la vida, enseguida es estigmatizado y va a parar con sus huesos a la cárcel. Sin embargo, los grandes defraudadores, ladrones de guante blanco, corbata de seda y conciencia caníbal, suelen campar a sus anchas, luciendo durante largo tiempo aparente impunidad y la aureola de presuntos delincuentes. Apellidos ilustres, como Millet, Bárcenas, Urdangarin, etc., etc., componen una larguísima lista de pillastres, o si lo prefieren, de modernos pícaros que pretenden engañar a una ciega sociedad que come las uvas que legalmente le corresponde, es decir, de una en una, mientras que ellos, cual personajes del Lazarillo de Tormes, se las zampan de tres en tres.

A propósito de presuntos ladrones de guante blanco, confieso que no consigo salir de mi pasmo al comprobar que aún no hayan metido en habitáculo entre rejas a ningún responsable de un delito tan flagrante como, sin duda, han sido los embaucadores que, en su día, nos aconsejaron invertir en preferentes, un lacerante asunto del que un servidor también ha sido víctima. ¿Y qué decir sobre el espinoso asunto de las usureras y abusivas cláusulas de los préstamos hipotecarios?, tampoco nadie en prisión.

Por la radio me entero de que los políticos que pretenden cambiar la vigente ley hipotecaria se han reunido hasta 17 veces con los que ordenan y mandan, o sea, con los banqueros, haciendo caso omiso al drama de los desahuciados y al clamor de la calle.

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