Increíble, pero cierto

Reconozco mi debilidad.
Desde que en la década de los años setenta del siglo pasado se me manifestó mi pasión por el periodismo, no he parado de ir a la caza de las noticias insólitas; de aquellas historias que, cuando las lees, te parecen increíbles, pero que resultan ser ciertas. Ya lo explico oportunamente en el libro que ahora mismo está en manos de mi editor, la cabra ladrona, el loro que cantaba con primor el himno del Barça y el caso extraordinario de la yegua que parió gemelos univitelinos, se encuentran entre los 'personajes' más entrañables que conseguí descubrir en mi devenir periodístico, al margen de otros singulares protagonistas con rostro humano que también tuve el honor de conocer.

'Una vaca mata a un hombre al caerle desde el tejado mientras dormía', era más o menos el titular que recientemente me sorprendió y me inspiró estas líneas. La noticia aclaraba que el techo de la casa, construida en una pendiente, no aguantó su peso y la cornúpeta se precipitó sobre la víctima, Joao María de Souza, de 45 años de edad, allá en un pueblecito del estado brasileño de Minas Gerais. La información también aclaraba que, por el momento, no había aparecido el dueño de la vaca que pastaba plácidamente por la zona. Resulta curioso resaltar que, en ningún momento, la noticia habla del estado del pobre animal, al que el susto, como mínimo, le habría provocado que se le cortara la leche contenida en sus generosas ubres.

'¡El féretro o el whisky!', sería el titular de la noticia, jamás contada, acontecida en el aeropuerto de El Prat hace ahora cuatro años. Por más surrealista que parezca, me consta que es absolutamente veraz. La historia me la desveló un oficial del Ejército del Aire, poco después de haberme jubilado de la Agencia Efe y, repito, nunca se llegó a publicar. Había fallecido en la barcelonesa clínica Quirón el presidente de Gabón, Omar Bongo y, cuando se disponían a introducir en el avión presidencial el habitáculo funerario del dignatario, ocurrió que no había espacio material, debido a que la bodega iba cargada 'hasta las cachas' de electrodomésticos y de todo tipo de cachivaches que su numeroso séquito había adquirido en Barcelona. Esta circunstancia obligó a mi amigo, el oficial, a advertir que allí lo que sobraba eran las cajas de whisky y que si no el féretro se quedaría en tierra.

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