josé ramón gago, el amigo de todos

n n nRecuerdo algunas vivencias transcurridas contigo, José Ramón, y considero que tú fuiste sal de la tierra, que se hace notar aunque no se vea. A veces quedan en la memoria pedacitos de la vida que yo, en mi caso, guardo como un tesoro.
Todavía te veo llevando del brazo a Queco para que saliera a la calle a dar una vuelta con periodicidad y constancia. También veo al padre Rafael conducido al Monasterio de Oseira mientras duraba el arreglo de su boca, o a Moncho transportado a Coruña, cuantas veces hizo falta, a seguir su tratamiento. Todos compromisos largos, pero cumplidos puntualmente. Y no pretendo estar enterado de todo aquello en lo que te comprometías. Me figuro que cuando entraste en Aixiña encontraste una mina para colaborar en ayudas, ¡qué amigo de tus amigos! ¡Y qué dedicación a tu esposa! desde que hace 37 años tuvisteis el accidente de coche que os cambió la vida para siempre. Ella te necesitó ya de continuo, pero nunca dejó de disponer de ti. Estos son los testimonios matrimoniales que contrastan con los que rompen los papeles a la primera para satisfacción de su 'yo'. El planteamiento puede ser este: Hoy me gusta esta otra mujer o este otro hombre. Y la respuesta será esta: Sí, pero yo no tengo problema porque mi compromiso ya está adquirido. No tengo ni que pensar en que puede haber problema. Estas eran nuestras coincidencias fundamentales. Y no perdisteis la alegría ninguno. No renunciasteis a la vida. Pertenecíais a varias entidades y continuasteis activos en ellas como siempre. Insisto: ¡qué ejemplo para matrimonios modernos!

Tu tuviste, además, José Ramón, el mérito de no renunciar a tu afición favorita, la 'andaina', y colaborar ya enseguida con esa asociación que ya había iniciado su andadura: 'El camino Mozárabe' o 'Vía de la Plata'. Allí habían sido germen Óscar, Deben, Pavón, José Antonio, Paco Barros, Lamelo... Margarita, Mercedes, Ermitas, Conchita. Desconozco el orden cronológico, pero recordaré alguno más. Maribel... y lo que se pueda añadir. Para la faceta cultural e histórica, la asociación recibe la ayuda valiosa de Eligio Rivas y don José, el cura de Bandeira. Yo mismo llegué de los tardíos a raíz de la muerte de mi querida esposa.

La peregrinación a pie. ¡Mecachis! Qué bien organizabais: Coche de apoyo, empanada caliente, jamón, fiambres, pan fresco, queso, vino... Nosotros sólo teníamos que poner el hambre del camino. Tú me introdujiste donde mejor podía estar y aún caminé a Santiago nueve o diez veces. Tú ya habías puesto en mí el virus de la andaina. Sin yo darme cuenta me habías convertido en uno más de la familia, con más generosidad por vuestra parte, qué mérito por la mía. En aquel momento la asociación no sólo me sería útil, sino más bien necesaria.

Haz por recordar aquella peregrinación cuando íbamos a Santiago, pasando por Silleda, creo, y como siempre por campo a través y en terreno montañoso; nos pilló un chaparrón que yo conocía solamente por las películas, en mañana muy oscura. Nos acercamos a una casa aislada y vimos a una señora que andaba dentro. Llamamos desde la cerca y le pedimos que nos dejase acogernos un momento. Debió de coger miedo al ver tanta gente delante en aquella soledad, porque nos contestó que acababa de salir su marido y se había llevado las llaves en el bolsillo y no podía abrirnos. Luego nos acogimos un poco más adelante, pero empapados.

Soberbio el panegírico que te dedicó Matilde después de la homilía: cariñoso, merecido. El alma que le pone Matilde expresa el sentir de todos los que estábamos rodeándote.

Dentro del mundo del espíritu en el que creemos la mayoría, espero que nos volvamos a ver.

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