Los Milagros

Zapatos sucios como sus piernas, sucios de la feria, de los caminos, de la vida, su camiseta con sus lamparones, que en él son medallas, una gorra puesta para que el Sol no le aplane las ideas, y unos ojos negros que no paran de mirar el mundo que le rodea.
Tiene 4 o 5 años y ya toca un acordeón que ha tenido tiempos mejores, por malos que fueran estos, la falta de la mitad del instrumento a este pequeño Mozart poco le importa, él aporrea con soltura y salen notas , eso es verdad, pero notas que algún día encontraran sentido si es que lo encuentran alguna vez, los viandantes, feriantes y gente de peregrinación, toman los temas como una penitencia más en este viaje a Los Milagros.

La Virgen se ríe, porque ve en él la inocencia de los pequeños, que comen el mundo con la mirada. Esta sentado en la puerta, interesado en unas monedas que no sabe que valor pueden tener, pero a juzgar por el interés de sus hermanos deben tenerlo, de repente se levanta y se marcha con la autoridad que le da la edad. Al poco aparece con una fruta que alguien le dio,llega con paso firme y dueño de la situación con su pieza de fruta, que alguien posiblemente por misericordia a los tímpanos, se la dio para que dejara en paz el acordeón.

Los Milagros reúne a gente de todo tipo, peregrinos, turistas, devotos, vendedores, feriantes, policías, sacerdotes, monjas y nuestro pequeño, que esta satisfecho del día que lleva, le han dado monedas, una pieza de fruta y con seguridad algún churro caerá al acercarse a la dueña de la churrería, que con ojos de madre, ve en la criatura a un pícaro de Goya o de Quevedo, que con el espíritu que solo puede tener la infancia esta dispuesto a comerse el mundo. Unos años más tarde, sabrá que la vida en un poco distinta a como esos ojos de azabache la ven ahora.

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