¿Un nuevo paPa para la modernidad?

La elección de un nuevo papa distinto de los aspirantes tradicionales del Estado Vaticano, que se sale un poco fuera de las corrientes mas conservadoras en medio de la Iglesia Católica, es un nuevo desafío para la Iglesia del siglo XXI. Ir o caminar hacia la modernidad no es renunciar, entiendo yo, a los valores del Evangelio, a seguir a Cristo, es por el contrario reforzar el mensaje de su palabra, caminando a las fuentes del cristianismo. Es por tanto una nueva oportunidad para que la Iglesia refresque sus aposentos, y entre una nueva brisa que la renueve y la haga más cercana a los más pobres y necesitados.
Se hace necesario por tanto, y creo que es un acierto que la Iglesia, por intermediación del Espíritu Santo, haya elegido con sabiduría a un papa o guía inteligente, pero a la vez humilde; pobre, pero a la vez digno; experimentado en la lucha de la vida, pero también a la vez sencillo. Todo ello por tanto nos sitúa en un nuevo paradigma, como punto de apoyo para renovar y alentar la Iglesia.

La función de la Iglesia es velar por las almas, ciertamente, pero también lo es practicar y llevar a cabo los mandatos evangélicos, practicar la caridad y el amor. Una Iglesia por tanto que viva inserta en el camino espiritual cuyo centro es Cristo, pero que a la vez sea un camino, una usina de luz y fraternidad. También puede y debe de ser una llamada a la Esperanza. Porque si al final del sendero, cuando retornemos a la casa del Padre, nuestros manos estuviesen vacías ¿entonces qué vamos a responder? Señor yo no sabía nada, del hermano tal, o del pobre cuál?

El papa, pero cualquier creyente también, estamos llamados a servir a la humanidad, y creo que este es o debe de ser, pese a los errores, el mayor milagro y don de todos, una actitud de entrega y de servicio, que debe a la vez corresponder con la vivencia de la caridad fraterna, con expandir el mensaje de Cristo a toda la tierra: 'En esto conocerán que sois mis discípulos, si os tenéis verdadero amor los unos a los otros'.

Esperemos que la Iglesia derribe los muros de la ignorancia, del prejuicio, o de tradiciones erróneas, que impiden a la misma brillar como una luz de vida, entrega, de servicio y amor a la doliente humanidad. A la tarde nos examinarán en el amor.

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