UN PAÍS AL REVÉS

Vivimos en un país cuyos ciudadanos, paradójicamente, se complacen en las desdichas de los inocentes y se compadecen de las desgracias de los culpables. En este mundo al revés, tendemos a mostrar simpatías por los famosetes de turno que han cometido algún que otro acto delictivo. Esa empatía y ese cariño aumentan cuanto mayor es la entidad del mal causado: que iba conduciendo ebrio y mató a un inocente, se silencia el fallecimiento y se anima al autor del homicidio; que se ha apropiado ilegalmente de varios millones de euros, la sociedad entona el 'ego te absolvo'.
Sobran muestras de solidaridad hacia estos sinvergüenzas, y falta más apoyo a las víctimas y a sus familiares, que en la mayoría de ocasiones han de sufrir por triplicado: víctimas de los delincuentes, de la justicia que los ningunea y de la sociedad que les da la espalda.

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