LAS PASARELAS DE LA MODA

Ya están aquí otra vez, entre Navidad y Semana Santa. Vienen, tal vez, engarzadas en el Carnaval, claro que a las modelos no les permiten comer los cocidos carnavalescos de Verín o Xinzo, por ejemplo, ¿de dónde si no esa delgadez y ese color pálido, casi enfermizo?
Hay que recordar cuando el colorete natural de las gorditas era símbolo de belleza, también de alegría, pues siempre un poco de gordura llevaba aparejada la simpatía y el buen humor, ¿o no? Lo vemos incluso en el arte, en los angelotes de los retablos y en las madonas italianas.

Aunque en muchos casos admiremos, incluso con un poco de sana envidia, las modelos y los modelos que tan bien lucen, nos sentimos animadas a invitarlas: ¡hijas!, ¡comer algo!, que unos pocos kilos os harían sentiros más felices, más en el mundo; porque sí, porque las prendas que tan bien lucís están bien, pero vuestras caras y vuestros andares sin peso dan pena y sugieren invitaros al cocido y al caldo gallego.

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