el placer de la obediencia

Obedecer viene a ser una palabra cuya acción no goza de muchas simpatías. Pero por antipática y mal vinculada al concepto de libertad, si la admitimos como disciplinada y fiel compañera, notaremos su fuerza para futuros y comprometidos capítulos con los que el destino nos sorprenderá irremediablemente. Las fuentes de la obediencia deben manar de aguas bien claras y trasparentes para conseguir una buena y equilibrada hidratación educativa.
Obedecer a unos buenos maestros, profesores, padres o abuelos, allanará parte del camino que nos hará más libres. En este caso, obediencia y libertad se funden en un placentero abrazo. Como enemigo número uno de la obediencia está la sumisión; que nace de fuentes con aguas más turbulentas y contaminadas. Nada recomendables para la salud.

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