Pusilánimes

Pusilánime significa, según la Real Academia Española, ‘falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar grandes cosas’. Es precisamente la mejor definición del tibio, del que no se define, en suma, de la parálisis ante las dificultades.
Y no hay peor situación que la de quedarse quieto parado, ni hacia delante ni hacia atrás. Esta parece la postura de nuestro Gobierno, pues ante las dificultades, se dice que no pasa nada y que el Gobierno de España sabe lo que hay que hacer. Lo dramático es que mientras tanto, la crisis económica se acentúa. Pero el otro día en Burgos, el propio presidente admitía que la desaceleración se agudiza.

Vacas flacas, desaceleración, etcétera, pero no crisis. Eso es de pusilánimes porque hay que llamar a las cosas por su nombre como hace un buen doctor: primero da con la dolencia y luego aplica el diagnóstico. Eso sí es de valientes y decididos. Lo contrario es de pusilánimes indecisos. Y mientras si es sí o si es no, los problemas avanza: crisis económica rotunda, paro en alza, inmigrantes retornando, jóvenes en precario, estudiantes sin clara perspectiva de futuro, impuestos al alza, el petróleo imparable, la construcción paralizada, el campo seco y la agricultura en clara recesión, la ganadería en lucha con los precios de carne, leche, etcétera.

La inseguridad ciudadana y la delincuencia junto a los más de ocho millones de pobres que deambulan por España, vienen a justificar aún más la urgente necesidad de reacción. El Gobierno tiene que buscar soluciones vía pactos sociales y a través de una política de prioridades de manera que el presupuesto se oriente hacia la creación de empleo y hacia la protección de las capas bajas de la sociedad.



Te puede interesar
Más en Cartas al director