Querido Yeya

Reconoció Benedicto XVI que en ocasiones había pensado que Dios estaba dormido. Una duda humana y razonable, cuando piensas que Dios nos priva de los mejores, o permite que padezcan sufrimientos que no merecían; y, sin embargo, no se lleva a quienes nosotros pensamos que son peores, o les permite una muerte plácida. Esa misma tentación que debieron sufrir el P. Damián o la Madre Teresa de Calcuta, ambos elevados a la dignidad de beatos, pero nunca elevados a los altares como santos.
Esta misma sensación me produjo la noticia de la muerte de una de las mejores personas que he conocido, Amancio Fernández Vidal, el bienquerido 'Yeya', un hombre incapaz de hacer el más mínimo daño a nadie, el hombre servicial, cariñoso, amigo del amigo, un barquense con la bonachona retranca que imprimió caracter a quienes nacimos o vivimos en el 'Casco Viejo', al lado del río y de la Plaza Mayor; que vimos y vivimos la pesca de la anguila y la lucería de las 'ruedas' en las fiestas del Cristo. Que correteamos el barrio y participamos con él en los juegos tradicionales de nuestra juventud, el 'marrachace', 'policías y ladrones', 'un navío en alta mar' o 'los santos', 'la billarda' o 'las bolas'. ¿Verdad, Yeya, que algún visitante nos tratara de imponerle a 'las bolas', el juego de 'las canichas'? Recuerdo que tú tenías uno de los mejores 'espichos', quizás proveniente de las manos de Quique, a la sazón dependiente en 'Tejidos y Novedades Oscar Arias', del barrio de la Plaza, unos de los más preparados ejércitos en aquellas guerras a 'coyazos' que librábamos con los de Calabagueiros, Las Cuevas o Las Cortes.

Formabas una extraordinaria pandilla con los de la Calle Oscura, que la mayoría precedieron en esa marcha al 'más allá'. Magín, Poldo, Narechas, Toni, más tarde Amancio. Los mejores, por eso habéis sido unos privilegiados, unos escogidos por el Nazareno para constituir parte de su Corte. No en vano le habéis acompañado siempre, ya como monaguillos, cantando la misa o llevando las andas de alguna imagen en Semana Santa o en las procesiones del Cristo. Esta marcha vuestra, sabemos que produce tristeza en vuestras esposas y familiares. Hoy es la entrañable Elisa de nuestros años mozos, sus hijos, sus hermanos, sus familiares y amigos.

Quienes disfrutamos de tu amistad y fino humor en las tertulias de 'La Palma' o en ese malecón al que te llevaron para que te despidieras del Sil, al que oías cada día en el 'Porto da Barca', asomado a la solaina de la vieja casa, o desde el Camino Real, dejando que pasara tranquilamente la nutria o saltara la trucha.

Amancio, Mancito, Yeya, te recordaremos siempre. Tu impronta quedará perenne en nuestra mente y en nuestros corazones.

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